VIRGEN DE ITATÍ

Según nos cuenta la tradición, la ubicación definitiva del pueblo lo eligió la propia Virgen. Sobre el pequeño pueblo había caído una incursión de indios, que habían robado la imagen. A los pocos días, en una bajada del río Paraná, ésta apareció sobre un islote del río, fuente donde está hoy el pueblo. Con grandes honores la llevaron a su capilla, pero la imagen de la virgen volvió a desaparecer y a aparecer sobre esa piedra, como esto se repitió varias veces las pobladores del lugar entendieron que esa era su voluntad y quería que allí se levantase su capilla y entorno a la capilla el pueblo.

El pueblo recibió el nombre de la imagen de Nuestra Señora de Itatí, según la tradición fue traída de una reducción de los indios itatines que habitaban el Guairá. En la lengua guaraní- Itatí- tiene varios significados; algunos traducen: como PIEDRA BLANCA, otro PUNTO DE PIEDRA, también LUGAR DE MUCHAS PIEDRAS.

Podemos imaginar la alegría de estos hombres sencillos cuando los misioneros trajeron la imagen. Podemos imaginar cuan grande fue el amor de este pueblo a su madre, tan grande que hizo posible que la Virgen María derramara desde ahí su amor hacia todos.

A partir de la solemne Coronación Pontifica de la Virgen de Itatí en el año 1900 se estableció el 9 de julio como día de su fiesta. La devoción a la Virgen de Itatí fue el vínculo de unión entre las dos raza que poblaron nuestro litoral, la guaraní y la europea. Siendo hijos de una misma Madre es más fácil descubrirse como hermanos, la convivencia se hizo posible y las razas mezclaron sus sangres al amparo de Nuestra Señora de Itatí se levanta en el centro del litoral punto de unión de países hermanos.

Hoy más que nunca debemos pedir a Nuestra Señora que nos ayude a crecer en una fraternidad de pueblos y a descubrir nuestra vocación de unidad en sabernos hijos del mismo Dios, Padre bondadoso y de la Virgen , madre amorosa, presente en Itatí.

«El secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó» (Apoc. 21,4)

LAS HERMANAS DEJESÚS POBRE, NOPODEMO SER INDIFERENTES AL SUFRIMIENTO DE LOS  HERMANOS Y HERMANAS QUE SUFREN, COMO JESÚS NOS ENSEÑA A CADA INSTANTE.

REFLEXIÓN DE LA PALABRA DE ESTE FIN DE SEMANA

P. Ricardo – 22/6/2025

REFLEXIONES VARIAS

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I SÍNODO ARQUIDIOCESANO – DOCUMENTO FINAL

3 MINUTOS DE RETIRO

MENSAJES DIARIOS DEL PAPA LEÓN XIV

22/6/2025

Cristo es la respuesta de Dios al hambre del hombre, porque su cuerpo es el pan de la vida eterna. Cuando nos alimentamos de Jesús, pan vivo y verdadero, vivimos para Él. Ofreciéndose sin reservas, el Crucificado Resucitado se entrega a nosotros, y de este modo descubrimos que hemos sido hechos para nutrirnos de Dios.

La guerra no resuelve los problemas, sino que los amplifica y produce heridas profundas en la historia de los pueblos, que tardan generaciones en cicatrizar. Ninguna victoria armada podrá compensar el dolor de las madres, el miedo de los niños, el futuro robado. ¡Que la diplomacia haga callar las armas! ¡Que las naciones tracen su futuro con obras de paz, no con la violencia ni conflictos sangrientos!

Hoy más que nunca, la humanidad clama y pide la paz. Es un grito que exige responsabilidad y razón, y no debe ser sofocado por el estruendo de las armas ni por las palabras retóricas que incitan al conflicto. Todo miembro de la comunidad internacional tiene la responsabilidad moral de detener la tragedia de la guerra, antes de que se convierta en una vorágine irreparable. No existen conflictos “lejanos” cuando está en juego la dignidad humana.

Continúan llegando noticias alarmantes desde Oriente Medio, sobre todo desde Irán. En este escenario dramático, que incluye a Israel y Palestina, corre el riesgo de caer en el olvido el sufrimiento diario de la población, especialmente de Gaza y los demás territorios, donde la necesidad de una ayuda humanitaria adecuada es cada vez más urgente.

En la Eucaristía el Señor acoge, santifica y bendice el pan y el vino que ponemos en el altar, junto con la ofrenda de nuestra vida, y los transforma en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, sacrificio de amor para la salvación del mundo. Dios se une a nosotros acogiendo con alegría lo que le presentamos y nos invita a unirnos a Él recibiendo y compartiendo con igual alegría su don de amor.

En muchos países se celebra la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, el Corpus Domini, y el Evangelio De Hoy narra el milagro de los panes y los peces (Lc 9,11-17). Más allá del prodigio, el milagro es un “signo”, y nos recuerda que los dones de Dios, incluso los más pequeños, crecen más cuanto más se comparten.

INTENCIONES DEL PAPA

El Papa León XIV nos invita a profundizar nuestra relación personal con Jesús y a aprender de su Corazón la compasión por el mundo.