Al finalizar el Documento de Trabajo, quisiéramos hacer un llamado a seguir caminando en este estilo sinodal. Este itinerario ciertamente implica compromiso, trabajo, esfuerzo y perseverancia, pero también presenta la posibilidad de compartir juntos el discernimiento pastoral.

El ritmo del Sínodo lo pone el Espíritu del Señor,
porque es Él quien va llevando a la asamblea
a descubrir qué es lo que Dios nos va pidiendo.

En este camino, se nos presenta el desafío de escucharnos, y de que al escucharnos podamos descubrir qué es lo que el Espíritu dice a nuestra Iglesia. En definitiva, lo que intentamos es dialogar juntos con Dios, descubrir qué nos pide, discernir qué quiere de nosotros. Para esto, es fundamental escucharnos como Iglesia.

4to Documento de Trabajo
1º Sínodo Arquidiocesano
Evangelización y Catequesis Hoy

En la oración que Jesús nos enseñó, encontramos el corazón mismo de nuestra fe. El Padre Nuestro es la oración que abraza la universalidad de la experiencia humana y del misterio divino, capaz de unir la simplicidad de un niño que se dirige al propio “papá” y la profundidad de quien sabe que está en la presencia del Misterio. Esta es verdaderamente «la síntesis de todo el Evangelio».

«No queremos permanecer con la mirada en el pasado rumiando nostalgia y melancolía; tampoco con la mirada empañada por ideologismos que sólo nos llevan a discusiones anacrónicas; ni con la mirada cargada de prejuicios y preconceptos, o con la mirada sesgada y parcial que hace creernos dueños de la verdad y medidores del profetismo de los demás».

“Cincuenta años después, ayudanos Señor a no bajar los brazos, ayudanos a vivir como hermanos, ayudanos a construir una Argentina grande, una Patria de hermanos, ayudanos a no callar el anuncio
del Evangelio, ayudanos a seguirte con fidelidad y valentía como el Padre Carlos Mugica, entregándonos hasta dar la vida.
«

(Obispo Jorge García Cuerva, Luna Park, 12/5/2024)

“No tengan miedo”: la Virgen María se dirige con estas palabras a tres pastorcillos portugueses de Aljustrel el 13 de mayo de 1917. Es un espléndido domingo por la mañana, Lucía Dos Santos (10 años) y los primos Francisco y Jacinta Marto (9 y 7 años), después de haber participado en la Misa en la parroquia de Fátima, llevan a apacentar a sus ovejas a la ladera de la Cova da Iria. Como era su costumbre, al escuchar la campana del Ángelus recitan el Rosario y después mientras juegan se asustan por un resplandor improviso.

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Jesús nos invita a “tener valor” porque Él es la fuente de la paz y porque con Él la victoria es posible. En los momentos de lucha por el Evangelio, en los sufrimientos de la persecución o en la desolación por el aparente fracaso, debemos recordar la victoria de Jesús sobre el mundo. Ella asegura a los discípulos la paz fecunda y les recuerda que ningún poder sobre la tierra es absoluto: ni los grandes imperios de la historia, ni los poderes actuales del mundo globalizado y despiadado. La paz que les deseaba como despedida debe ser una realidad gracias a la unión con Él.

Sobre cualquier fuerza que quiera imponerse en la historia como absoluta y definitiva, se levanta la cruz de Jesús, quien vino a los suyos para que tuvieran vida y vida abundante. La victoria de Cristo en la cruz sobre el mundo asegura a los discípulos serenidad en medio de las pruebas.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 16, 29-33

A la Hora de pasar de este mundo al Padre, los discípulos le dijeron a Jesús: «Por fin hablas claro y sin parábolas. Ahora conocemos que Tú lo sabes todo y no hace falta hacerte preguntas. Por eso creemos que Tú has salido de Dios.»

Jesús les respondió: «¿Ahora creen? Se acerca la hora, y ya ha llegado, en que ustedes se dispersarán cada uno por su lado, y me dejarán solo. Pero no, no estoy solo, porque el Padre está conmigo.

Les digo esto para que encuentren la paz en mí. En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: Yo he vencido al mundo.»

Palabra del Señor.

La oración al terminar el día: Otra ocasión favorable para la oración en familia es el momento en el cual los niños deben ir a dormir. Orar al Señor por el día que concluye, por los familiares enfermos, o incluso solo agradecer por la tarde dedicada a jugar con los amigos, ayuda al niño a reconocer las gracias recibidas del Señor en ese día. Sería bueno poder concluir estas oraciones con el intercambio de la paz entre los hermanos, para así no ir a dormir enojados por lo sucedido en la jornada, siguiendo así la sugerencia que le gusta repetir al Papa Francisco: ¡no terminen nunca el día sin hacer las paces!