Juan nació en Damasco, Siria, en el seno de una influyente familia de árabes cristianos y, siendo aún joven, heredó de su padre la responsabilidad de la gestión económica del califato. Sin embargo, el hecho de haber estudiado filosofía y teología en Constantinopla junto al monje Cosmo, que había sido llevado a Siria como esclavo, iba a ser decisivo para él: de hecho, al cabo de unos años dejó la vida de la corte por la vida monástica.
La elección de una vida ascética
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Al entrar Jesús en Cafarnaún, se le acercó un centurión, rogándole: «Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente.» Jesús le dijo: «Yo mismo iré a sanarlo.»
Pero el centurión respondió: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: «Ve», él va, y a otro: «Ven», él viene; y cuando digo a mi sirviente: «Tienes que hacer esto», él lo hace.»
Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: «Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos.»
Palabra del Señor.