«NACIDO DE UNA MUJER»

Revista Amigo del Hogar: Nacido de Mujer

P. Raniero Cantalamessa
Predicador de la Casa Pontificia

«Cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer». Sobre el significado y la importancia de estas dos últimas palabras —«nacido de una mujer»— queremos reflexionar en esta última meditación, también por su conexión con la solemnidad de la Navidad que nos disponemos a celebrar.

En la Biblia, la expresión «nacido de mujer» indica la pertenencia a la condición humana hecha de debilidad y mortalidad . Basta con tratar de eliminar estas tres palabras del texto para darse cuenta de su importancia. ¿Qué sería de Cristo sin ellas? Una aparición celestial, desencarnada. El ángel Gabriel también fue «enviado» por Dios, pero para regresar luego al cielo tal como había descendido de él. La mujer, María, es la que «ancló» para siempre al Hijo de Dios a la humanidad y a la historia.

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«DIOS ENVIÓ A NUESTROS CORAZONES EL ESPÍRITU DE SU HIJO»

2° predicación de Adviento del cardenal Cantalamessa ante el Papa.

P. Raniero Cantalamessa
Predicador de la Casa Pontificia

En 1882 el arqueólogo William M. Ramsay descubrió en Hierópolis, en Frigia, una antigua inscripción griega. El hallazgo fue donado por el sultán Abdul Hamid al papa León XIII en 1892, con ocasión de su jubileo. Desde el Museo de Letrán pasó a continuación al Museo Pío Cristiano.

El epitafio —definido por los historiadores como «la reina de las inscripciones cristianas»—, contiene el testamento espiritual de un obispo llamado Abercio que vivió hacia finales del siglo II. En él, el autor resume toda su experiencia de la fe cristiana. Lo hace en el lenguaje impuesto en ese momento por la «disciplina de lo arcano», es decir, utilizando metáforas y expresiones, cuyo significado solo los cristianos podían entender, sin exponerse a sí mismos y a los demás a la burla y a la persecución. Escuchémosla de cerca en la parte que más nos interesa:

«Yo, de nombre Abercio, [soy] discípulo del pastor casto con ojos grandes que apacienta rebaños de ovejas por montes y llanuras… Él me enseñó las escrituras dignas de fe; me envió a Roma para contemplar el palacio y ver a una reina con túnicas y zapatos de oro; vi allí a un pueblo con un sello brillante. También visité la llanura de Siria y todas sus ciudades y, más allá del Éufrates, Nisibi. En todas partes encontré hermanos…, tenía a Pablo conmigo, y la Fe me guió en todas partes y me dió de comer un Pez muy grande y puro, que la casta Virgen concibió y que [la Fe] suele dar de comer todos los días a sus fieles amigos, teniendo un excelente vino que hace para dar junto con el pan» .

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«DIOS ENVIÓ A SU HIJO PARA QUE RECIBIÉRAMOS LA ADOPCIÓN FILIAL»

1 de enero de 2017: «Envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, para que

P. Raniero Cantalamessa
Predicador de la Casa Pontificia

La pasada Cuaresma traté de resaltar el peligro de vivir «etsi Christus non daretur», «como si Cristo no existiera». Continuando en esta línea, en las meditaciones de Adviento quisiera llamar la atención sobre otro peligro similar: el de vivir «como si la Iglesia fuera sólo esto», es decir, escándalos, controversias, choque de personalidades, chismes o a lo sumo algún mérito en el campo social. Dicho brevemente, cosa de hombres como todo lo demás a lo largo de la historia.

Lo que me propongo es resaltar el esplendor interior de la Iglesia y de la vida cristiana. No para cerrar los ojos a la realidad de hecho o para eludir nuestras responsabilidades, sino para afrontarlas en la perspectiva correcta y no dejarnos aplastar por ellas. No podemos pedir a los periodistas y a los medios de comunicación que tomen en cuenta cómo la Iglesia se interpreta a sí misma (aunque sería deseable que lo hicieran), pero lo más grave sería si también nosotros hombres de la Iglesia y ministros del Evangelio termináramos perdiendo de vista el misterio que habita la Iglesia y nos resignáramos a jugar siempre fuera de casa, fuera de campo y a la defensiva.

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