SAN ISIDRO, OBISPO DE SEVILLA

«Dios no hizo todas las cosas de la nada, sino algunas de algo y otras de la nada. De la nada creó el mundo, el ángel y las almas». Puede ser sorprendente que un obispo que vivió entre los siglos VI y VII y que escribió en latín fuera propuesto como el santo patrón de Internet. Ocurrió durante el pontificado de Juan Pablo II y aunque faltó la proclamación oficial, fue sin embargo un gran reconocimiento atribuido a uno de los más prolíficos Doctores de la Iglesia de todos los tiempos.

Cuando la santidad es «casera»

Isidro nació en una familia de Cartagena y pronto se quedó huérfano de padre. Creció criado por su hermano mayor Leandro -que le precedió en la cátedra de Sevilla- junto con un hermano y una hermana, todos ellos se hicieron religiosos y luego fueron venerados como santos por la Iglesia. Motivos que pusieron en evidencia la naturaleza extraordinaria de esta familia. Una leyenda cuenta que cuando el pequeño Isidro tenía sólo un mes de edad, un enjambre de abejas voló sobre su cuna y depositó un riachuelo de miel en sus labios como un deseo de la dulce y sustancial enseñanza que un día fluiría de esos mismos labios – así como de su pluma -.
En su mocedad, Isidro es un estudiante perezoso y poco entusiasta, que a menudo escapa de las lecciones, hasta que un día le llega una brillante inspiración y se da cuenta de que la constancia y la buena voluntad pueden llevar a un hombre muy lejos.

Un episcopado de 36 años

Es así que leyendo a San Agustín y San Gregorio Magno, Isidro se convirtió en el hombre más culto de su tiempo. Pero también se convirtió al mismo tiempo en uno de los obispos más populares y queridos. Cuando su querido hermano Leandro murió, él, ya clérigo en Sevilla, le sucedió en el episcopado. En 36 años se esforzó por difundir la verdadera doctrina, contra las herejías de su tiempo – como el arrianismo – y luchó por la conversión de los visigodos, tanto que presidió el Concilio de Toledo en 633. Dio gran importancia a la liturgia, reforzando el uso de los himnos, cantos y oraciones que constituyen el rito mozárabe, también conocido como «Isidoriano».
Convencido de la necesidad de que los candidatos al sacerdocio estuvieran particularmente bien preparados y educados, fundó el primer colegio, predecesor de los seminarios modernos. Todo esto sin descuidar las prácticas de piedad, oración, penitencia y meditación en cada momento del día.

El saber humano

A menudo se utiliza, en el lenguaje común, la hipérbole «todo el saber humano», para indicar un conocimiento monumental, que nadie puede abarcar en su totalidad. Isidro, sin embargo, lo logra. Escribe mucho, escribe de todo y sobre todo porque su curiosidad es inmensa e inagotable, su mente está entrenada para analizar y comprender los más diversos temas. Su obra más famosa, de hecho, se llama «Etimologías», y es un compendio de sus conocimientos contemporáneos, considerada la primera enciclopedia de la historia, dividida en 20 libros y ordenada por argumentos, separados según la materia, ya sea gramática, retórica, dialéctica, matemáticas, música, medicina, agricultura, astronomía, idiomas o teología. También escribió los «Comentarios sobre los libros históricos del Antiguo Testamento».

«¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros y estamos rebosantes de alegría!» (Sal.125,3)

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