El poema que Edith Stein escribió al Espírirtu Santo y que lleva la fecha de Pentecostés de 1937. En la vigilia, el 17 de mayo, su hermana Rosa recibió el sacramento de la Confirmación en Breslau.
¿Quién eres tú, dulce luz que me llenas
e iluminas la oscuridad de mi corazón?
Tú, más cercano a mí que yo misma
y más íntimo que mi intimidad,
y aún inalcanzable e incomprensible,
y que todo nombre haces renacer:
Espíritu Santo, ¡Amor Eterno!
Espíritu Santo
¿Quién eres tú, dulce luz que me llenas
e iluminas la oscuridad de mi corazón?
Me conduces igual que una mano materna
y si me dejas libre,
no sabría dar ni un paso.
Tú eres el espacio
que envuelve todo mi ser y lo encierra en sí,
abandonado de ti cae en el abismo de la nada,
donde tú lo elevas al Ser.
Tú, más cercano a mí que yo misma
y más íntimo que mi intimidad,
y aún inalcanzable e incomprensible,
sorprendes a todos los nombres:
Espíritu Santo, ¡Amor Eterno!
¿No eres tú el dulce maná
que del corazón del Hijo
en el mío fluye,
alimento de los ángeles y de los santos?
Él, que se elevó de la muerte a una nueva vida,
Él me ha despertado también a mí del sueño de la muerte a una nueva vida
y nueva vida me da, día tras día.
Y un día su abundancia me sumergirá
vida de tu vida, sí, Tú mismo:
Espíritu Santo, ¡Vida Eterna!
¿Eres tú el rayo
que desde el Trono del Juez eterno cae
e irrumpe en la noche del alma,
que nunca se ha conocido a sí misma?
Misericordioso e inexorable penetra en lo escondido de las llagas.
Se asusta al verse a sí misma,
concede lugar al santo temor,
principio de toda sabiduría que viene de lo alto,
y en lo Alto con firmeza nos ancla:
tu obra, que nos hace nuevos,
Espíritu Santo, ¡Rayo impenetrable!
¿Eres tú la plenitud del espíritu y de la fuerza
con la que el Cordero rompe el sello
del eterno secreto de Dios?
Impulsados por ti los mensajeros del juez cabalgan por el mundo
y con espada afilada separan
el reino de la luz del reino de las tinieblas.
Entonces surgirá un nuevo cielo y una nueva tierra,
y todo vuelve a su justo lugar gracias a tu aliento:
Espíritu Santo, ¡Fuerza triunfadora!
¿Eres tú el maestro constructor de la catedral eterna
que se eleva desde la tierra hasta el cielo?
Por ti se sostienen las columnas que hacia lo alto se levantan
y permanecen increíblemente fijas.
Selladas con el nombre eterno de Dios
se elevan hacia la luz sosteniendo la cúpula,
que cubre cual corona la santa catedral,
tu obra transformadora del mundo,
Espíritu Santo, ¡Mano creadora de Dios!
¿Eres tú quien creó el claro espejo,
cercanísimo al trono altísimo,
como un mar de cristal
en donde la divinidad se contempla con amor?
Tú te inclinas ante la obra más bella de la creación,
y resplandeciente te ilumina con tu mismo esplendor,
y la pura belleza de todos los seres,
unida en la amorosa figura de la Virgen,
tu esposa sin mancha:
Espíritu Santo, ¡Creador del Universo!
¿Eres tú el dulce canto del amor y del santo temor,
que eternamente suena en torno al trono de la Trinidad,
y desposa consigo los sonidos puros de todos los seres?
La armonía que aúna los miembros con la Cabeza,
donde cada uno encuentra feliz el sentido secreto de su ser,
y jubilante irradia libremente desprendido en tu fluir:
Espíritu Santo, ¡Júbilo Eterno!