Estos doce apóstoles, a pesar de sus limitaciones y pobreza, fueron elegidos para ser la sal de la tierra y la luz del mundo. Su misión era desafiar y superar las certezas humanas que limitaban la visión de la elección de Dios, mostrando que el Reino de Dios no se ajusta a las expectativas de poder y prestigio mundano. Jesús eligió a personas comunes: pescadores, campesinos, comerciantes y excluidos sociales, algunos con profesiones consideradas «pecaminosas» y con opciones políticas y religiosas diversas. Cada uno, con sus características y opciones personales, asumió el llamado de Jesús como una vocación definitiva.
Jesús logró que, a pesar de sus diferencias, estos hombres formaran una comunidad unificada en misión y propósito, representando al nuevo pueblo de Dios que avanza a lo largo de la historia, comprometido a anunciar la presencia de Dios en sus vidas. El mandamiento del amor que Jesús les dio se convierte en la clave para superar sus diferencias y demostrar la autenticidad del mensaje evangélico.