«El pensamiento de padres de la Iglesia y el nuevo catecismo sobre el «Pan de Vida».
San Ambrosio: «Es admirable que Dios haya hecho llover el maná para nuestros padres y que se hayan saciado cada día con pan del cielo. Es porque se ha dicho: “El hombre ha comido el pan de los ángeles” (Sal 77, 25). Sin embargo todos los que comieron de este pan en el desierto murieron. Y por el contrario, este alimento que recibes, este pan vivo bajado del cielo, da el alimento de la vida eterna, y quienquiera que lo coma no morirá jamás. Es el Cuerpo de Cristo…
»Aquel maná era del cielo, este de más arriba de los cielos; aquel era un don del cielo, este es del Señor de los cielos; aquel estaba sujeto a la corrupción si se guardaba hasta el día siguiente, este no conoce la corrupción. Para los hebreos el agua ha brotado de la roca, para ti la sangre brota de Cristo. El agua les ha calmado la sed por un momento, a ti la sangre te lava para siempre. Los hebreos bebieron y siguieron teniendo sed. Tú, una vez que hayas bebido, ya nunca más tendrás sed (Jn 4, 14). Aquello era la prefiguración, esta es la verdad plena…
»Era “sombra de lo venidero” (Col 2, 17). Escucha eso que se manifestó a nuestros padres: “En el desierto bebieron de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo” (1 Cor 10, 4)… Tú has conocido la realización, has visto la plena luz, la verdad prefigurada, el Cuerpo del Creador más bien que el maná del cielo.»
San Pedro Crisólogo: «Cristo mismo es el pan que, sembrado en la Virgen, florecido en la Carne, amasado en la Pasión, cocido en el Horno del sepulcro, reservado en la iglesia, llevado a los altares, suministra cada día a los fieles un alimento celestial».
San Agustín: «La Eucaristía es nuestro pan cotidiano. La virtud propia de este divino alimento es una fuerza de unión: nos une al Cuerpo del Salvador y hace de nosotros sus miembros para que vengamos a ser lo que recibimos (…). Este pan cotidiano se encuentra, además, en las lecturas que oís cada día en la iglesia, en los himnos que se cantan y que vosotros cantáis. Todo eso es necesario en nuestra peregrinación».
San Justino: «Porque este pan y este vino han sido, según la expresión antigua “eucaristizados”, “llamamos a este alimento Eucaristía y nadie puede tomar parte en él si no cree en la verdad de lo que se enseña entre nosotros, si no ha recibido el baño para el perdón de los pecados y el nuevo nacimiento, y si no vive según los preceptos de Cristo”».
CATECISMO DE LA IGLESIA
El discurso del Pan de Vida anuncia la Eucaristía
1338: Los tres evangelios sinópticos y S. Pablo nos han transmitido el relato de la institución de la Eucaristía; por su parte, S. Juan relata las palabras de Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm, palabras que preparan la institución de la Eucaristía: Cristo se designa a sí mismo como el Pan de Vida, bajado del cielo.
1339: Jesús escogió el tiempo de la Pascua para realizar lo que había anunciado en Cafarnaúm: dar a sus discípulos su Cuerpo y su Sangre.
En la Comunión recibimos a Cristo, Pan de Vida
1355: En la Comunión, precedida por la oración del Señor y de la fracción del pan, los fieles reciben «el pan del cielo» y «el cáliz de la salvación», el Cuerpo y la Sangre de Cristo que se entregó «para la vida del mundo» (Jn 6, 51).
1392: Lo que el alimento material produce en nuestra vida corporal, la Comunión lo realiza de manera admirable en nuestra vida espiritual. La comunión con la Carne de Cristo resucitado, «vivificada por el Espíritu Santo y vivificante», conserva, acrecienta y renueva la vida de gracia recibida en el Bautismo. Este crecimiento de la vida cristiana necesita ser alimentado por la Comunión Eucarística, Pan de nuestra peregrinación, hasta el momento de la muerte, cuando nos sea dada como viático.