Santos y padres de la Iglesia y el nuevo catecismo nos enseñan sobre nuestra misión.
«Había dicho el Señor, por medio de sus profetas, que la predicación del Evangelio no sólo se extendería a todos los pueblos de Israel, sino también a todos los gentiles. Por esto el Señor no sólo escogió doce Apóstoles, sino que instituyó también otros setenta y dos». San Cirilo
«Se añade muy oportunamente: “Delante de Él, a toda ciudad y lugar, a donde Él había de venir”. El Señor sigue a sus predicadores. La predicación prepara y entonces el Señor viene a vivir en nuestra alma, cuando preceden las palabras de la exhortación y la verdad se recibe así en la mente. Por esto dice Isaías a los predicadores (Is 40, 3): “Preparad los caminos del Señor, enderezad las sendas que a Él conducen”». San Gregorio
«La paz es la madre de todos los bienes; sin ella todos los demás bienes son inútiles. Por ello el Señor mandó a sus discípulos que cuando entrasen en alguna casa, inmediatamente invocasen la paz sobre ella, como señal de los demás beneficios que venían a traer». San Juan Crisóstomo
«Por esto el Pontífice le da a la Iglesia diciendo: “La paz sea con vosotros”. Los santos imploran la paz, no sólo la que existe entre los hombres, sino la que debe existir dentro de nosotros mismos. Porque muchas veces llevamos la guerra en nuestro corazón, nos afligimos sin que nadie nos ofenda y se levantan contra nosotros los malos deseos». San Juan Crisóstomo
CATECISMO DE LA IGLESIA
La misión de los Apóstoles
551: Desde el comienzo de su vida pública Jesús eligió unos hombres en número de doce para estar con Él y participar en su misión; les hizo partícipes de su autoridad «y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar» (Lc 9, 2). Ellos permanecen para siempre asociados al Reino de Cristo porque por medio de ellos dirige su Iglesia.
858: Jesús es el enviado del Padre. Desde el comienzo de su ministerio, «llamó a los que Él quiso, y vinieron donde Él. Instituyó Doce para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar» (Mc 3, 13-14). Desde entonces, serán sus «enviados» [es lo que significa la palabra griega «apostoloi»]. En ellos continúa su propia misión: «Como el Padre me envió, también yo os envío» (Jn 20, 21). Por tanto su ministerio es la continuación de la misión de Cristo: «Quien a vosotros recibe, a mí me recibe», dice a los Doce (Mt 10, 40).
859: Jesús los asocia a su misión recibida del Padre: como «el Hijo no puede hacer nada por su cuenta» (Jn 5, 19.30), sino que todo lo recibe del Padre que le ha enviado, así, aquellos a quienes Jesús envía no pueden hacer nada sin Él de quien reciben el encargo de la misión y el poder para cumplirla. Los apóstoles de Cristo saben por tanto que están calificados por Dios como «ministros de una nueva alianza» (2 Cor 3, 6), «ministros de Dios» (2 Cor 6, 4), «embajadores de Cristo» (2 Cor 5, 20), «servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios» (1 Cor 4, 1).
860: En el encargo dado a los apóstoles hay un aspecto intransmisible: ser los testigos elegidos de la Resurrección del Señor y los fundamentos de la Iglesia. Pero hay también un aspecto permanente de su misión. Cristo les ha prometido permanecer con ellos hasta el fin de los tiempos. «Esta misión divina confiada por Cristo a los apóstoles tiene que durar hasta el fin del mundo, pues el Evangelio que tienen que transmitir es el principio de toda la vida de la Iglesia. Por eso los apóstoles se preocuparon de instituir… sucesores».
El apostolado
863: Toda la Iglesia es apostólica mientras permanezca, a través de los sucesores de S. Pedro y de los apóstoles, en comunión de fe y de vida con su origen. Toda la Iglesia es apostólica en cuanto que ella es «enviada» al mundo entero; todos los miembros de la Iglesia, aunque de diferentes maneras, tienen parte en este envío. «La vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado». Se llama «apostolado» a «toda la actividad del Cuerpo Místico» que tiende a «propagar el Reino de Cristo por toda la tierra».