A lo largo de los tiempos y tomando el modelo de la Sagrada Familia, la Iglesia, inspirada por la palabra propone al mundo un modelo de familia fundada en la unidad y el amor.
San Beda y San Basilio comentan el evangelio de este domingo y el catecismo de la Iglesia católica renueva su propuesta sobre la familia como iglesia doméstica.
San Beda: «Ésta era la ofrenda de los pobres porque el Señor había mandado en la ley que los que pudiesen ofrecer un cordero por el hijo o por la hija, ofreciesen a la vez la tórtola o la paloma; pero que los que no pudieran ofrecer un cordero, ofreciesen dos tórtolas o dos pichones. Así el Señor, siendo rico, se dignó hacerse pobre, para hacernos participantes de sus riquezas por su pobreza.»
San Basilio: «Obedeciendo desde su primera edad a sus padres, se sometió Jesús humilde y respetuosamente a todo trabajo corporal, porque, aunque eran honestos y justos, con todo, como pobres y sufriendo escasez hasta en lo necesario, es claro que se procuraban lo necesario para la vida con el continuo sudor de sus cuerpos. Y bien, Jesús, que obedecía a sus padres —como dice la Sagrada Escritura—, tomaba parte en sus trabajos con entera sumisión.»
CATECISMO DE LA IGLESIA
La familia cristiana, “iglesia doméstica”
1655: Cristo quiso nacer y crecer en el seno de la Sagrada Familia de José y de María. La Iglesia no es otra cosa que la «familia de Dios». Desde sus orígenes, el núcleo de la Iglesia estaba a menudo constituido por los que, «con toda su casa», habían llegado a ser creyentes. Cuando se convertían deseaban también que se salvase «toda su casa». Estas familias convertidas eran islotes de vida cristiana en un mundo no creyente.
1656: En nuestros días, en un mundo frecuentemente extraño e incluso hostil a la fe, las familias creyentes tienen una importancia primordial en cuanto faros de una fe viva e irradiadora. Por eso el Concilio Vaticano II llama a la familia, con una antigua expresión, «Ecclesia doméstica» (LG 11). En el seno de la familia, «los padres han de ser para sus hijos los primeros anunciadores de la fe con su palabra y con su ejemplo, y han de fomentar la vocación personal de cada uno y, con especial cuidado, la vocación a la vida consagrada» (LG 11).
1657: Aquí es donde se ejercita de manera privilegiada el sacerdocio bautismal del padre de familia, de la madre, de los hijos, de todos los miembros de la familia, «en la recepción de los sacramentos, en la oración y en la acción de gracias, con el testimonio de una vida santa, con la renuncia y el amor que se traduce en obras» (LG 10). El hogar es así la primera escuela de la vida cristiana y «escuela del más rico humanismo» (GS 52, 1). Aquí se aprende la paciencia y el gozo del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso reiterado, y sobre todo el culto divino por medio de la oración y la ofrenda de su vida.
1658: Es preciso recordar asimismo a un gran número de personas que permanecen solteras a causa de las concretas condiciones en que deben vivir, a menudo sin haberlo querido ellas mismas. Estas personas se encuentran particularmente cercanas al corazón de Jesús; y, por ello, merecen afecto y solicitud diligentes de la Iglesia, particularmente de sus pastores. Muchas de ellas viven sin familia humana, con frecuencia a causa de condiciones de pobreza. Hay quienes viven su situación según el espíritu de las bienaventuranzas sirviendo a Dios y al prójimo de manera ejemplar. A todas ellas es preciso abrirles las puertas de los hogares, «iglesias domésticas» y las puertas de la gran familia que es la Iglesia. «Nadie se sienta sin familia en este mundo: la Iglesia es casa y familia de todos, especialmente para cuantos están “fatigados y agobiados” (Mt 11, 28)».