Desde esta perspectiva, la venida del Hijo del Hombre no es una amenaza, sino una buena noticia. No quiere entristecer, sino animar. Jesús nos dice: “Alcen la cabeza, porque se acerca su liberación”. Son tiempos nuevos, tiempos de gracia, tiempos en que Dios abre caminos donde todo parecía cerrado.
Así será al final de nuestra vida —que no es un final, sino el comienzo de una existencia plena— y así será al final de la historia, cuando Cristo venga ya no en humildad como en Belén, sino en gloria y majestad. Pero también así ocurre en cada acontecimiento del presente en el que reconocemos el paso de Dios: estamos llamados a levantar la cabeza porque son tiempos de salvación.
La meta es la victoria final junto al Hijo del Hombre. Él, en su Pascua, ya atravesó la muerte e inauguró para sí y para nosotros la vida nueva, “los cielos nuevos y la tierra nueva”. A nosotros nos toca trabajar para alcanzarla, continuando la misión que Él comenzó y nos confió.



