Seguir a Jesús es anunciar un estilo distinto de vida: relaciones marcadas por la gratuidad y la reconciliación, comunidades que respiran amor, gestos que anticipan el cielo nuevo y la tierra nueva. Esa es la verdadera credibilidad del Evangelio: que la humanidad pueda ver, en medio de sus grietas y heridas, la experiencia de un pueblo que camina unido, reconciliado, esperanzado.
El llamado de Jesús a los Doce sigue resonando hoy con fuerza profética: “Vengan conmigo, y los haré pescadores de hombres”. Somos elegidos no por nuestros méritos, sino para que el amor de Dios se haga visible en la debilidad de nuestra carne y en la fragilidad de nuestras historias. Él sigue levantando comunidades de hombres y mujeres capaces de anunciar con su vida que Dios está en medio de su pueblo y que su Reino ya ha comenzado.