Jesús no dice simplemente: “No juzguen de manera injusta” o “No calumnien”; va más allá y nos dice: “No juzguen”. El juicio final le corresponde solo a Dios. Nosotros nunca tenemos toda la información sobre una persona o situación. Solo Dios conoce el corazón.
Por eso, antes de corregir a los demás, debemos mirarnos a nosotros mismos con honestidad. Jesús nos dice: “Quita primero la viga de tu ojo, y entonces verás con claridad para quitar la paja del ojo de tu hermano”. Solo cuando reconocemos nuestras propias debilidades podemos mirar a los demás con más justicia y misericordia.
Todos necesitamos el perdón y la mirada misericordiosa de Dios. Jesús nos enseña que, si queremos ser tratados con comprensión por Él, debemos actuar de la misma manera con los demás. Si somos duros con los otros, no podemos esperar que Dios sea suave con nosotros.