Quien comulga, como Jesús, debe vivir para los demás, especialmente para los preferidos de Dios: los pobres, los pequeños, los que sufren.
Comulgar es alimentarse del Hijo del Hombre para vivir como Él. Se comulga para permanecer en su amor, para pensar como Él, hablar como Él, amar como Él.
Quien se alimenta de Cristo y hace suya su vida y su misión, sabe que ha sido enviado al mundo. No porque sea el autor de la salvación, sino porque el Señor quiere prolongar su encarnación, su entrega y su fuerza salvadora a través de su Iglesia.