Al margen de sus cualidades personales, de su historial y de su futuro, que solo Dios conoce, cada Papa es un regalo de Dios para su pueblo, un pastor que nos recuerda al Buen Pastor del rebaño. Con su nombramiento, se nos confirma que Dios no abandona a su Iglesia y que podemos fiarnos de la promesa de Cristo de que las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Una vez más, recibimos el signo visible de una Tradición ininterrumpida desde hace dos milenios, cuando nuestro Señor dijo tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.
¡TENEMOS PAPA! ¡UN PASTOR QUE NOS RECUERDA AL BUEN PASTOR!
