Jesús se proclama como el Pan de Vida. Este Pan, que es Él mismo, es un don continuo del amor del Padre. La adhesión a Jesús satisface toda necesidad humana. Nosotros, por la fe, lo reconocemos como el Pan de la vida, el que nos da fuerza para vivir. En cada Eucaristía, el Señor, ahora glorioso y resucitado, se nos da a sí mismo como alimento de vida.
Solo la vida en el amor de Dios da sentido a nuestra existencia. Jesús es el Pan que da la vida; solo Él nos sacia, solo su amor llena nuestros vacíos y nuestras soledades. La vida en Cristo se convierte en plenitud. Alimentados por Jesús, nuestra hambre se calma, y simplemente vivimos en la Presencia del Dios de la vida, dejándonos guiar por Él, sin temor y sin necesidad de buscar más señales.