La misión de Jesús es positiva, no negativa. Viene a dar cumplimiento a las promesas del reinado de Dios contenidas en la antigua alianza. En la Ley hay elementos del Reino, y en la medida en que los vivamos, participamos en el Reino que Jesús propone.
La plenitud de todo mandamiento es el amor. Sin amor, los preceptos pueden convertirse en barreras o incluso en armas que ponen en peligro la vida personal y comunitaria.
La Ley de Dios se vuelve plena cuando no nos conformamos con un cumplimiento medido y calculado, sino cuando rompemos los límites que encapsulan las grandes posibilidades que Dios puso en nuestro corazón, creado a su imagen.
ORANDO CON LA PALABRA
