Como discípulos de Jesús, no podemos vivir al margen de la sociedad. No podemos refugiarnos en una comunidad selecta ni sentirnos bien en una sacristía. El Tabor no existe fuera del camino hacia Jerusalén, y el mundo no es bueno si no es bueno para todos.
La cuaresma es como la vida: una pasión llena de sacrificios, obstáculos y problemas, pero no es una pasión inútil. Para seguir adelante necesitamos esperanza, porque la esperanza no es pasiva, sino una fuente de coraje, firmeza y aliento para el camino.