El proyecto de Jesús de Nazaret es, en realidad, el proyecto de Dios. Ya no basta con la práctica de ritos externos para cumplir la voluntad divina; ahora lo esencial es la misericordia, que brota del amor y la justicia. Seguir a Jesús y aceptar su proyecto es aceptar la invitación del Padre, quien muestra su amor misericordioso por todos.
La Iglesia debe seguir siendo un espacio de misericordia, amor y paz, donde todos puedan experimentar la ternura del Padre. El mundo se transformará si practicamos la misericordia, mirando al Rostro de Dios que busca a los que viven como ovejas sin pastor, guiándolos hacia la salvación. Si la Iglesia pierde su esencia de misericordia, pierde también su misión en la historia.