El Reino de Dios no puede ser ineficaz ni incomprensible. Hay que hacer, desde la luz, lo que otros hacen por el poder de las tinieblas. Jesús reprocha a los cristianos que no tengan el mismo ingenio ni inteligencia para “sus asuntos espirituales” como los que tienen para los asuntos del mundo. No es de creyentes maduros quedarse en buenos principios; necesitamos utilizar nuestro ingenio para lograr eficacia.
El amor de Dios es gracia sin condiciones. El Señor nos ha enriquecido con su vida y ha derramado abundantemente su Espíritu Santo en nosotros, para administrar los bienes de Dios. Debemos dejar de lado nuestras miradas egoístas, cortas y temerosas; abrir nuestros ojos y trabajar para que el Reino de Dios llegue a quienes se han alejado de Él, viven sumidos en el dolor, el pecado o están dominados por la injusticia y la maldad.