El espíritu del poder es difícil de vencer. Jesús también tuvo que luchar con la tentación de tener la exclusividad del poder sobre el mal. Los discípulos sentían envidia del éxito ajeno y veían su vocación, su elección, como un privilegio. Jesús muestra que lo importante es que se haga el bien, que la evangelización se realice.
Hacerse pequeño implica también rechazar la tentación de excluir a alguien solo porque “no es de los nuestros”. Jesús enseña que todo el que hace el bien lo hace, en definitiva, movido por las semillas que Dios mismo ha esparcido en el mundo. Incluso aquellos “que no son de los nuestros”, independientemente de su lugar o realidad, pueden ser dignos de nuestra confianza.