No debemos perder la ilusión infantil de encontrar el tesoro que nos haga felices, ni el gozo de saber que, al vivir el evangelio en profundidad, hemos encontrado ese tesoro. Este tesoro no es simplemente una recompensa futura, sino una realidad presente que transforma nuestra vida aquí y ahora. El Reino de Dios comienza a manifestarse en nosotros cuando vivimos según los valores del evangelio, cuando amamos, perdonamos y servimos a los demás.
ORANDO CON LA PALABRA
