El Reino está arraigado en nosotros y crece desde nuestro interior y a través de nosotros, aunque a veces sea difícil discernir su desarrollo entre las noticias de guerras, violencia, injusticias y opresiones que nos rodean. Va más allá de nuestras instituciones religiosas y nos muestra que Dios redime, ofreciendo a cada persona, sin importar su condición, la oportunidad del encuentro salvador.
Jesús nos llama a cambiar nuestra mentalidad y acciones, priorizando el amor, la justicia, la compasión y la solidaridad sobre el egoísmo, el materialismo y la competitividad. Nos invita a confiar en la fidelidad y el poder transformador de Dios, depositando nuestra confianza en su capacidad para cambiar nuestras vidas y el mundo.
Es importante estar atentos a la acción silenciosa pero poderosa del Reino, reconociendo la presencia de Dios en nuestras vidas y en el mundo, incluso en las cosas más pequeñas. Este es un camino de transformación personal y social que nos lleva a construir un mundo más humano y fraterno.