El traje de fiesta es el amor

Homilia de San Agustin al evangelio de este domingo

Todos los fieles conocen la parábola de las bodas del hijo del rey y su banquete, así como la magnificencia de la mesa del Señor, dispuesta para quienes tengan la voluntad de gustarla. Cuando el rey entró a saludar a los comensales reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: «Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?»

¿De qué se trata, pues? Indaguemos, hermanos míos, quienes de entre los fieles tienen algo que no tienen los malos, y ése será el traje de fiesta. Si dijéramos que son los sacramentos, ya veis que son comunes a buenos y malos. ¿Quizá el bautismo? Sin el bautismo, en efecto, nadie llega a Dios; pero no todo el que ha recibido el bautismo llega a Dios. En consecuencia, no puedo entender por traje de fiesta el bautismo, me refiero al sacramento en sí, pues es un traje que veo así en los buenos como en los malos. Podría ser el altar o lo que se recibe en el altar. Vemos que muchos comen, pero se comen y beben su propia sentencia. ¿De qué se trata, pues? ¿Del ayuno? Pero también ayunan los malos. ¿De la asistencia a la Iglesia? También acuden los malos. ¿Cuál es, pues, el traje de fiesta aquél? Este es el traje de fiesta: Esa orden —dice el Apóstol—tiene por objeto el amor, que brota del corazón limpio, de la buena conciencia y de la fe sincera. Este es el traje de fiesta.

Pero no un amor cualquiera, pues muchas veces parecen amarse incluso hombres cómplices de una mala conciencia. Pero en ellos no hallamos ese amor, que brota del corazón limpio, de la buena conciencia y de la fe sincera. Un amor así es el traje de fiesta.

Dice el Apóstol: Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden. Ya podría tener el don de profecía y conocer todos los secretos y todo el saber, podría tener fe como para mover montañas; si no tengo amor, no soy nada. Ya podría —dice—tener todo esto, si no tengo a Cristo, no soy nada. ¿Es que la profecía no sirve para nada? ¿Es que el conocimiento de todos los secretos es inútil? No es que estas cosas no sean nada: soy yo el que no soy nada si, poseyendo esos carismas, no tengo amor. ¡Cuántos bienes no sirven de nada si falta el único Bien! Si no tengo amor, aunque repartiese cuantiosas limosnas a los pobres, aunque llegase en la confesión del nombre de Cristo hasta el derramamiento de sangre o hasta dejarme quemar vivo, estas cosas pueden también llevarse a cabo por amor a la gloria y estar en consecuencia desprovistas de valor salvífico. Como quiera que la vanagloria puede hacer estériles acciones que la divina caridad haría sobremanera fecundas, el mismo Apóstol enumera dichas acciones, que tú puedes escuchar: Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo; si no tengo amor, de nada me sirve. Este es el traje de fiesta. Examinaos: si lo tenéis, estad tranquilos en el banquete del Señor.

El traje de fiesta tiene como finalidad honrar la unión conyugal, esto es, se le pone en honor del esposo y de la esposa. Conocéis al esposo: es Cristo. Conocéis a la esposa: es la Iglesia. Honrad a la Esposa, honrad al Esposo. Si os mostráis obsequiosos con los desposados, os convertiréis en hijos suyos. En esto, pues, habéis de progresar. Amad al Señor, y así aprenderéis a amaros a vosotros mismos. De suerte que si al amar al Señor os amarais a vosotros mismos podréis con toda seguridad amar al prójimo como a vosotros mismos.

2 comentarios en «El traje de fiesta es el amor»

  1. que clarito San Agustín, el amor es todo, San Pablo también lo dice, que lindo poder vivir con este traje para llegar al banquete!

  2. Por su claridad San Agustín es Doctor de la Iglesia. Que bien explicado el traje perfecto. Dios me ayude a llegar a la fiesta con el traje limpio, cosa bastante difícil. Pero estoy seguro que me dará un nuevo traje antes de entrar, con la marca de su perdón.

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