Dejémonos tocar por Cristo

Los padres y el catecismo de la Iglesia católica reflexionan sobre el poder salvador de Jesús.

San Agustín: «Cuando los apóstoles decían al Señor que la turba le apretujaba, Él contestó: “Alguien me ha tocado”. Unos aprietan y la otra le toca. Muchos aprietan desagradablemente el cuerpo del Señor y pocos le tocan saludablemente. ¿Quién me ha tocado? Como si dijera el Señor: Busco a los que me tocan, no a los que me aprietan. Ahora ocurre lo mismo, porque el Cuerpo de Cristo es su Iglesia, y, mientras la toca la fe de unos pocos, la aprieta una turba inmensa… La carne empuja, la fe toca… Levantad, pues, los ojos de la fe y tocad la orla externa de su vestido, que eso basta para la salud».

San Cirilo de Alejandría: «El Señor no se contenta con actuar con su palabra que contiene el poder de Dios. Como cooperadora, por decirlo de alguna manera, toma a su propia carne para demostrar que tiene el poder de dar la vida y para manifestar la divinidad en la carne. Esto sucedió cuando curó a la hija del jefe de la sinagoga. Diciéndole: “¡Niña, levántate!” la tomó de la mano. Como Dios, le dio la vida por una orden todopoderosa, y también le dio la vida por el contacto con su propia carne, testimoniando así que en su cuerpo y en su palabra reside un mismo poder divino que obra en el mundo… Así que no sólo confiere a su palabra el poder de resucitar a los muertos sino que, para mostrar que su cuerpo es fuente de vida, toca a los muertos y por su carne les infunde nueva vida a los cadáveres. Si el sólo contacto con su carne sagrada vuelve la vida a los cuerpos en descomposición, ¡cuánto provecho no encontraremos en la Eucaristía, fuente de vida, cuando nos alimentamos de ella! El transformará en sí misma, en su inmortalidad, a los que participan en ella».

San Agustín: «Porque el Dios Todopoderoso… por ser soberanamente bueno, no permitiría jamás que en sus obras existiera algún mal, si Él no fuera suficientemente poderoso y bueno para hacer surgir un bien del mismo mal».

CATECISMO DE LA IGLESIA

La providencia y el escándalo del mal
309: Si Dios Padre Todopoderoso, Creador del mundo ordenado y bueno, tiene cuidado de todas sus criaturas, ¿por qué existe el mal? A esta pregunta tan apremiante como inevitable, tan dolorosa como misteriosa, no se puede dar una respuesta simple. El conjunto de la fe cristiana constituye la respuesta a esta pregunta: la bondad de la creación, el drama del pecado, el amor paciente de Dios que sale al encuentro del hombre con sus Alianzas, con la Encarnación redentora de su Hijo, con el don del Espíritu, con la congregación de la Iglesia, con la fuerza de los sacramentos, con la llamada a una vida bienaventurada que las criaturas son invitadas a aceptar libremente, pero a la cual, también libremente, por un misterio terrible, pueden negarse o rechazar. No hay un rasgo del mensaje cristiano que no sea en parte una respuesta a la cuestión del mal.

310: Pero ¿por qué Dios no creó un mundo tan perfecto que en él no pudiera existir ningún mal? En su poder infinito, Dios podría siempre crear algo mejor. Sin embargo, en su sabiduría y bondad infinitas, Dios quiso libremente crear un mundo «en estado de vía» hacia su perfección última. Este devenir trae consigo en el designio de Dios, junto con la aparición de ciertos seres, la desaparición de otros; junto con lo más perfecto lo menos perfecto; junto con las construcciones de la naturaleza también las destrucciones. Por tanto, con el bien físico existe también el mal físico, mientras la creación no haya alcanzado su perfección.

311: Los ángeles y los hombres, criaturas inteligentes y libres, deben caminar hacia su destino último por elección libre y amor de preferencia. Por ello pueden desviarse. De hecho pecaron. Y fue así como el mal moral entró en el mundo, incomparablemente más grave que el mal físico. Dios no es de ninguna manera, ni directa ni indirectamente, la causa del mal moral. Sin embargo, lo permite, respetando la libertad de su criatura, y, misteriosamente, sabe sacar de él el bien.

312: Así, con el tiempo, se puede descubrir que Dios, en su providencia todopoderosa, puede sacar un bien de las consecuencias de un mal, incluso moral, causado por sus criaturas: “No fuisteis vosotros, dice José a sus hermanos, los que me enviasteis acá, sino Dios… aunque vosotros pensasteis hacerme daño, Dios lo pensó para bien, para hacer sobrevivir… un pueblo numeroso” (Gén 45, 8; 50,20). Del mayor mal moral que ha sido cometido jamás, el rechazo y la muerte del Hijo de Dios, causado por los pecados de todos los hombres, Dios, por la superabundancia de su gracia, sacó el mayor de los bienes: la glorificación de Cristo y nuestra Redención. Sin embargo, no por esto el mal se convierte en un bien.
Cristo tomó sobre sí el peso del mal y quitó el “pecado del mundo”.

1504: A menudo Jesús pide a los enfermos que crean. Se sirve de signos para curar: saliva e imposición de manos, barro y ablución. Los enfermos tratan de tocarlo, “pues salía de Él una fuerza que los curaba a todos” (Lc 6, 19). Así, en los sacramentos, Cristo continúa “tocándonos” para sanarnos.

1505: Conmovido por tantos sufrimientos, Cristo no sólo se deja tocar por los enfermos, sino que hace suyas sus miserias: “El tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades” (Mt 8, 17). No curó a todos los enfermos. Sus curaciones eran signos de la venida del Reino de Dios. Anunciaban una curación más radical: la victoria sobre el pecado y la muerte por su Pascua. En la Cruz, Cristo tomó sobre sí todo el peso del mal y quitó el “pecado del mundo” (Jn 1, 29), del que la enfermedad no es sino una consecuencia. Por su pasión y su muerte en la Cruz, Cristo dio un sentido nuevo al sufrimiento: desde entonces éste nos configura con Él y nos une a su pasión redentora.

549: Al liberar a algunos hombres de los males terrenos del hambre, de la injusticia, de la enfermedad y de la muerte, Jesús realizó unos signos mesiánicos; no obstante, no vino para abolir todos los males aquí abajo, sino a liberar a los hombres de la esclavitud más grave, la del pecado, que es el obstáculo en su vocación de hijos de Dios y causa de todas sus servidumbres humanas.

«Estar circuncidado o no estarlo, no tiene ninguna importancia: lo que importa es ser una nueva criatura.» (Gal. 6,15)

REFLEXIÓN DE LA PALABRA DE ESTE FIN DE SEMANA

P. Oscar – 6/7/2025

REFLEXIONES VARIAS

P. Ricardo – 6/7/2025

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MENSAJES DIARIOS DEL PAPA LEÓN XIV

9/7/2025

Nuestra misión de custodiar la creación, de llevarle paz y reconciliación, es la misión que el Señor nos ha confiado. Nosotros escuchamos el clamor de la tierra y de los pobres, porque este clamor ha llegado al corazón de Dios. Nuestra indignación es su indignación, nuestro trabajo es su trabajo.

INTENCIONES DEL PAPA

La intención de oración del Papa León XIV para julio de 2025, resalta la importancia de desarrollar la capacidad de tomar decisiones sabias y guiadas por el Espíritu Santo en un mundo cada vez más complejo.