¿Qué sería la brasa sin el soplo?
No podría arder ni iluminar.
¿Qué sería el soplo sin la brasa?
Se perdería en la nada.
La brasa se resiste cuando el soplo la envuelve,
más, ¡qué, misterio!, cuando la traspasa
más luz y calor tiene.
El viento juega con ella con sus manos invisibles,
sabe tratarla con delicadeza,
su aliento no la hiere, la hace ser plenamente ella.
¡Brasa y soplo,
tan distintos y tan hechos el uno para el otro!
¡Materia y espíritu, cuerpo y alma, sangre y ánima,
tan distintos y tan hechos uno!.
Así mi corazón, Señor, hoy es una brasa
esperando una vez más el soplo de Pentecostés para arder e iluminar.
Tu Iglesia, mi Dios, es una brasa
anhela el viento de tu Espíritu
para, cual antorcha, ser fuego que guía a los pueblos en el camino.
María, imán del Espíritu,
como en aquel primer día pide al Padre el Soplo de Jesús,
que nos colma de alegría y luz. Amén
(Fiesta de Pentecostés 2017 JUAN JOSÉ RIBA.)