Padres de la iglesia y el nuevo catecismo reflexionan sobre el evangelio de este domingo.
San Agustín: «“El discípulo no es más que el maestro” (Mt 10, 24)… Y no obstante, los hijos de Zebedeo, antes de haber sufrido la humillación, en conformidad con la pasión del Señor, ya se habían escogido sus puestos, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Querían levantarse “antes de la aurora”. Por esto caminaban en vano. El Señor les recordó la humildad preguntándoles: “¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?” Seguidme, dijo, por el camino que voy yo. Porque si queréis llegar por un camino diferente, caminaréis en vano».
San Gregorio de Nisa: «Es conveniente que aquellos que están establecidos en el cargo de superiores, se sacrifiquen más que los demás, tengan sentimientos aún más humildes que sus subordinados, y presenten a sus hermanos, por sus propias vidas, el mismo tipo de servicio. Que miren a los que les son confiados como depósitos pertenecientes a Dios».
CATECISMO DE LA IGLESIA
«Jesús es el Siervo sufriente, servidor de todo ser humano»
440: Jesús acogió la confesión de fe de Pedro que le reconocía como el Mesías anunciándole la próxima pasión del Hijo del Hombre. Reveló el auténtico contenido de su realeza mesiánica en la identidad trascendente del Hijo del Hombre «que ha bajado del Cielo» (Jn 3, 13), a la vez que en su misión redentora como Siervo sufriente: «el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mt 20, 28).
608: Juan Bautista, después de haber aceptado bautizarle en compañía de los pecadores, vio y señaló a Jesús como el «Cordero de Dios que quita los pecados del mundo» (Jn 1, 29). Manifestó así que Jesús es a la vez el Siervo doliente que se deja llevar en silencio al matadero (Is 53, 7) y carga con el pecado de las multitudes, y el cordero pascual símbolo de la redención de Israel cuando celebró la primera Pascua (Ex 12, 3-14). Toda la vida de Cristo expresa su misión: «Servir y dar su vida en rescate por muchos» (Mc 10, 45).
623: Por su obediencia amorosa a su Padre, “hasta la muerte de Cruz” (Flp 2, 8), Jesús cumplió la misión expiatoria del Siervo doliente que “justifica a muchos cargando con las culpas de ellos” (Is 53, 11).