Para favorecer este Año de la Oración se han realizado algunos breves textos que, en la sencillez de su lenguaje, ayudarán a entrar en las diversas dimensiones de la oración. Agradezco a los Autores por su colaboración y pongo con gusto en vuestras manos estos «Apuntes », para que cada uno pueda redescubrir la belleza de confiarse al Señor con humildad y con alegría. Y no se olviden de orar también por mí.
Papa Francisco
Santa Teresa de Lisieux, patrona de las misiones (¡hay que señalarlo!) entendió la eficacia de la oración desde los catorce años. Así sucedió todo.
En Francia, en la noche del 17 de marzo de 1887, un tal Enrico Pranzini cometió un triple asesinato. Fue arrestado y su juicio terminó el 23 de julio con una condena a muerte: así preveía la ley francesa del momento. Teresa de Lisieux, hoy santa, tenía entonces catorce años y ya era una maravillosa cristiana, abierta a la luz de Dios y deseosa de llevar almas al encuentro con la misericordia de Dios. En cuanto se enteró de la noticia de la condena a muerte de Enrico Pranzini, Teresa se preocupó mucho porque el homicida había rechazado expresamente cualquier encuentro con un sacerdote y todo dejaba pensar que había muerto impenitente. La futura santa estaba triste por este hecho y comenzó una oración ferviente, involucrando a su hermana Celina en la misma tarea. ¿Y qué sucedió? Escuchemos el relato vivo de Teresa:
«Yo estaba segurísima de que Dios perdonaría al pobre desgraciado Pranzini […], para mi consuelo, le pedía solo “una señal” de arrepentimiento… ¡Mi oración fue escuchada al pie de la letra! A pesar de la prohibición que papá nos había hecho de leer periódicos, no creía desobedecerle leyendo los pasajes que hablaban de Pranzini. Al día siguiente de su ejecución, se puso a mi alcance sin pretenderlo el periódico “La Croix”. Lo abro apresuradamente, y ¿qué es lo que veo?… ¡Ah!, las lágrimas traicionaron mi emoción, y me vi obligada a esconderme…. Pranzini no se había confesado, había subido al cadalso, y estaba a punto de meter su cabeza en el lúgubre agujero, cuando de repente, sobrecogido por una inspiración repentina, da media vuelta, coge un Crucifijo que le presentaba el sacerdote, ¡y besa por tres veces sus llagas sagradas!… Luego, su alma voló a recibir la sentencia misericordiosa de Aquel que declara que “en el cielo habrá más gozo por un solo pecador que hace penitencia que por 99 justos ¡que no tienen necesidad de penitencia!” (Lc 15,7)».
Si creyéramos en la eficacia de la oración, nos pasaríamos mucho tiempo de rodillas. ¡Y el mundo cambiaría de dirección!
Apuntes para la Oración Vol.1
Dicasterio para la evangelización