En el contexto del Año de la Oración, la formación y la dedicación orante del Pueblo de Dios y de cada fiel, asume una relevancia especialmente significativa. Bajo esta perspectiva, la oración se convierte, aún más, en un acto de auténtica comunión, no solo entre el individuo y Dios, sino entre todos los miembros de la Iglesia, uniéndolos en una única voz que desde la tierra sube hasta el Cielo.