SANTA ESCOLÁSTICA, HERMANA DE SAN BENITO

“Pudo más quien más amó”

Escolástica, hermana gemela de San Benito, se consagró al Señor desde la infancia. Vivió a la sombra de su hermano, padre del monaquismo occidental, y fue la primera monja benedictina y fiel intérprete de su Regla monástica.

Nacida en Nursia (Italia) en el año 480, fue alumna dócil de Benito, de quien aprendió tan bien la sabiduría del corazón, que superó a su maestro, según narra San Gregorio Magno en sus Diálogos, único texto que se refiere a la vida de esta santa.

La vocación religiosa siguiendo las huellas del hermano

Escolástica, hija de Eutropio, descendiente de la antigua familia senatorial romana de los Anicii, y de Claudia, que falleció tras dar a luz a los gemelos, fue enviada a Roma junto con su hermano a los 12 años de edad. Ambos quedaron profundamente turbados al ver la vida disoluta que reinaba en la ciudad.

Después de un tiempo, Benito se retiró para vivir como ermitaño. Escolástica quedó como única heredera del patrimonio familiar; pero, manifestando gran despego de los bienes terrenos, pidió a su padre permiso para dedicarse a la vida religiosa, entrando en un monasterio cerca de Nursia, y trasladándose después a Subiaco, en pos de su hermano, que había fundado la Abadía de Montecasino.

Allí, a solo siete kilómetros de distancia, fundó el monasterio de Piumarola, en el que siguió la Regla de San Benito junto a otras monjas, dando así origen a la rama femenina de la Orden Benedictina.

La regla del silencio

Escolástica solía recomendar especialmente la práctica de la regla del silencio, evitando conversaciones con personas ajenas al monasterio, incluso si se trataba de visitantes devotos. Solía repetir: “Callad o hablad de Dios, porque ¿qué es en este mundo tan digno como para hablar sobre ello?” Amaba hablar de Dios sobre todo con su hermano Benito, con el que se reunía una vez al año en una casita a mitad de camino entre los dos monasterios.

El desafío con Benito

Cuenta San Gregorio que en el último de estos encuentros, el 6 de febrero del año 543 –poco antes de su muerte- Escolástica pidió a su hermano que prolongasen su coloquio hasta el día siguiente. Benito se opuso, para no infringir la Regla. Entonces, Escolástica rogó entre lágrimas al Señor que no permitiese partir a su hermano. Enseguida, un inesperado y violento temporal obligó a Benito a quedare, de modo que los dos hermanos pudieron conversar toda la noche.

Sin embargo, la primera reacción de Benito fue de contrariedad: “Dios Omnipotente te perdone, hermana. ¿Qué has hecho?” Escolástica respondió: “Yo he rogado, y Él me ha escuchado. Ahora sal, si puedes; déjame y regresa al monasterio”.

Esta victoria de la hermana no disgustó al hermano, porque precisamente él le había enseñado a dirigirse, ante las dificultades, a Aquel para quien todo es posible.

Destacan en este episodio las dotes femeninas de Escolástica, la dulzura, la constancia y también la audacia para obtener lo que deseaba ardientemente.

Unidos en Dios en vida y en la muerte

Tres días después de este encuentro, Benito recibió la noticia de la muerte de su hermana mediante un signo divino: vio el alma de Escolástica subir al Cielo en forma de paloma blanca. Quiso entonces enterrarla en la tumba que había preparado para sí mismo, y en la que fue sepultado poco después. “Como sus mentes habían estado siempre unidas en Dios, del mismo modo sus cuerpos fueron reunidos en el mismo sepulcro”.

Quien llega hoy –tras quince siglos de historia- a la majestuosa Abadía de Montecasino, puede vivir la emoción de encontrarse ante la tumba de los Santos hermanos que fundaron una fecunda Orden de buscadores de Dios.

«El secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó» (Apoc. 21,4)

LAS HERMANAS DEJESÚS POBRE, NOPODEMO SER INDIFERENTES AL SUFRIMIENTO DE LOS  HERMANOS Y HERMANAS QUE SUFREN, COMO JESÚS NOS ENSEÑA A CADA INSTANTE.

REFLEXIÓN DE LA PALABRA DE ESTE FIN DE SEMANA

P. Ricardo – 22/6/2025

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MENSAJES DIARIOS DEL PAPA LEÓN XIV

22/6/2025

Cristo es la respuesta de Dios al hambre del hombre, porque su cuerpo es el pan de la vida eterna. Cuando nos alimentamos de Jesús, pan vivo y verdadero, vivimos para Él. Ofreciéndose sin reservas, el Crucificado Resucitado se entrega a nosotros, y de este modo descubrimos que hemos sido hechos para nutrirnos de Dios.

La guerra no resuelve los problemas, sino que los amplifica y produce heridas profundas en la historia de los pueblos, que tardan generaciones en cicatrizar. Ninguna victoria armada podrá compensar el dolor de las madres, el miedo de los niños, el futuro robado. ¡Que la diplomacia haga callar las armas! ¡Que las naciones tracen su futuro con obras de paz, no con la violencia ni conflictos sangrientos!

Hoy más que nunca, la humanidad clama y pide la paz. Es un grito que exige responsabilidad y razón, y no debe ser sofocado por el estruendo de las armas ni por las palabras retóricas que incitan al conflicto. Todo miembro de la comunidad internacional tiene la responsabilidad moral de detener la tragedia de la guerra, antes de que se convierta en una vorágine irreparable. No existen conflictos “lejanos” cuando está en juego la dignidad humana.

Continúan llegando noticias alarmantes desde Oriente Medio, sobre todo desde Irán. En este escenario dramático, que incluye a Israel y Palestina, corre el riesgo de caer en el olvido el sufrimiento diario de la población, especialmente de Gaza y los demás territorios, donde la necesidad de una ayuda humanitaria adecuada es cada vez más urgente.

En la Eucaristía el Señor acoge, santifica y bendice el pan y el vino que ponemos en el altar, junto con la ofrenda de nuestra vida, y los transforma en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, sacrificio de amor para la salvación del mundo. Dios se une a nosotros acogiendo con alegría lo que le presentamos y nos invita a unirnos a Él recibiendo y compartiendo con igual alegría su don de amor.

En muchos países se celebra la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, el Corpus Domini, y el Evangelio De Hoy narra el milagro de los panes y los peces (Lc 9,11-17). Más allá del prodigio, el milagro es un “signo”, y nos recuerda que los dones de Dios, incluso los más pequeños, crecen más cuanto más se comparten.

INTENCIONES DEL PAPA

El Papa León XIV nos invita a profundizar nuestra relación personal con Jesús y a aprender de su Corazón la compasión por el mundo.