SAN ROMUALDO, ABAD, FUNDADOR DE LOS CAMALDOLENSES

Viajero incansable, el monje Romualdo predica más con hechos que con palabras, recorriendo a lo largo y a lo ancho la península italiana. Muchos encuentros en su vida: todos lo buscan y quieren hablar con el «Santo Abad». Recibe a todos muy afablemente, aunque su mayor deseo era siempre el de recogerse en el silencio de la oración. Llevó a cabo muchos proyectos y solo uno le faltó: el de guiar expediciones misioneras para evangelizar el norte de Europa, que entre los siglos X y XI todavía eran muy difíciles de llevar a cabo.

Su vocación: «Una lengua silenciada y una vida predicante»

Romualdo nació en 952 en una familia noble de Ravena. Maduró su vocación a la vida monástica después de un sangriento enfrentamiento familiar. De hecho, él y su padre entraron en el monasterio de San Apolinar en Clase. Como monje vivió una vida de estricta penitencia, meditación y oración, pero debido a sus nobles orígenes era llamado de todas partes a cubrir encargos eclesiásticos y políticos. En Venecia se puso bajo la guía espiritual del ermitaño Marino, y allí conoció a uno de los monjes reformadores más importantes del siglo X: el abad Guarino. Lo siguió hasta Cataluña, donde permaneció diez años y donde completó su formación.

En busca de la soledad

Al regreso a Ravena en 988, Romualdo renunció oficialmente al cargo de abad y comenzó a viajar. La primera etapa fue Verghereto, cerca de Forlì, donde fundó un monasterio en honor de San Miguel Arcángel, pero debido a la frecuente necesidad de corregir la disciplina y la moralidad de los monjes, se vio obligado a viajar de nuevo. En 1001 volvió al monasterio de San Apolinar en Clase, donde se convirtió en abad, pero esa no era la vida que realmente quería, así que después de un año abandonó tal camino y se refugió en Montecasino. Durante un período vivió en una cueva, luego fundó una ermita en Sitria, Umbría, y permaneció allí durante siete años. Todos los monasterios y cenobios que fundó eran pequeños, pues estaba convencido de que en las estructuras demasiado grandes se perdiera el silencio necesario para el recogimiento.

Camaldoli, sólo una «etapa»

Durante sus peregrinaciones, Romualdo llegó al Casentino en 1012. Allí conoció al conde Maldolo de Arezzo, dueño de una casa y un bosque en el lugar que se llamaba «Camaldoli» (nombre en razón del conde Maldolo). Fascinado por la figura de este anacoreta, el conde le regaló sus propiedades y de ese modo providencial, Romualdo estableció un hospicio y construyó una ermita para los religiosos contemplativos, a los que dio una regla similar a la benedictina. Sin embargo, volvió a trasladarase de nuevo y se dirigió a la region llamada «Le Marche». Allí fundó un monasterio en la Val di Castro donde se reservó una pequeña celda donde murió el 19 de junio de 1027. Incluso despues de muerto siguió viajando pues sus reliquias fueron llevadas primero a Jesi y luego a Fabriano, en la iglesia camaldulense de San Biagio. Fue canonizado por Clemente VIII en 1595.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

«El secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó» (Apoc. 21,4)

LAS HERMANAS DEJESÚS POBRE, NOPODEMO SER INDIFERENTES AL SUFRIMIENTO DE LOS  HERMANOS Y HERMANAS QUE SUFREN, COMO JESÚS NOS ENSEÑA A CADA INSTANTE.

REFLEXIÓN DE LA PALABRA DE ESTE FIN DE SEMANA

P. Ricardo – 22/6/2025

REFLEXIONES VARIAS

AGENDA

DÍAS Y HORARIOS

Secretaría:
Miércoles y Viernes: 15:30 a 18:00 hs
Cáritas:
Martes y viernes de 15:00 a 17:30 hs
Misas en la Parroquia:
Miércoles a Sábados: 18.30 hs
Domingos: 10 hs

I SÍNODO ARQUIDIOCESANO – DOCUMENTO FINAL

3 MINUTOS DE RETIRO

MENSAJES DIARIOS DEL PAPA LEÓN XIV

22/6/2025

Cristo es la respuesta de Dios al hambre del hombre, porque su cuerpo es el pan de la vida eterna. Cuando nos alimentamos de Jesús, pan vivo y verdadero, vivimos para Él. Ofreciéndose sin reservas, el Crucificado Resucitado se entrega a nosotros, y de este modo descubrimos que hemos sido hechos para nutrirnos de Dios.

La guerra no resuelve los problemas, sino que los amplifica y produce heridas profundas en la historia de los pueblos, que tardan generaciones en cicatrizar. Ninguna victoria armada podrá compensar el dolor de las madres, el miedo de los niños, el futuro robado. ¡Que la diplomacia haga callar las armas! ¡Que las naciones tracen su futuro con obras de paz, no con la violencia ni conflictos sangrientos!

Hoy más que nunca, la humanidad clama y pide la paz. Es un grito que exige responsabilidad y razón, y no debe ser sofocado por el estruendo de las armas ni por las palabras retóricas que incitan al conflicto. Todo miembro de la comunidad internacional tiene la responsabilidad moral de detener la tragedia de la guerra, antes de que se convierta en una vorágine irreparable. No existen conflictos “lejanos” cuando está en juego la dignidad humana.

Continúan llegando noticias alarmantes desde Oriente Medio, sobre todo desde Irán. En este escenario dramático, que incluye a Israel y Palestina, corre el riesgo de caer en el olvido el sufrimiento diario de la población, especialmente de Gaza y los demás territorios, donde la necesidad de una ayuda humanitaria adecuada es cada vez más urgente.

En la Eucaristía el Señor acoge, santifica y bendice el pan y el vino que ponemos en el altar, junto con la ofrenda de nuestra vida, y los transforma en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, sacrificio de amor para la salvación del mundo. Dios se une a nosotros acogiendo con alegría lo que le presentamos y nos invita a unirnos a Él recibiendo y compartiendo con igual alegría su don de amor.

En muchos países se celebra la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, el Corpus Domini, y el Evangelio De Hoy narra el milagro de los panes y los peces (Lc 9,11-17). Más allá del prodigio, el milagro es un “signo”, y nos recuerda que los dones de Dios, incluso los más pequeños, crecen más cuanto más se comparten.

INTENCIONES DEL PAPA

El Papa León XIV nos invita a profundizar nuestra relación personal con Jesús y a aprender de su Corazón la compasión por el mundo.