Rezar el Padrenuestro es volver a lo esencial. Es recordar que somos hijos y hermanos. Es revisar nuestra vida personal y comunitaria, y preguntarnos: ¿estamos viviendo lo que rezamos? ¿Queremos de verdad lo que decimos? ¿Estamos haciendo posible ese Reino por el que pedimos?
No se trata de repetir palabras. Se trata de dejar que esas palabras nos moldeen el corazón. Que nos conviertan en personas más compasivas, más libres, más comprometidas con la justicia, más capaces de amar como Jesús.
El Padrenuestro no es una oración rígida. Es una oración que nos pone en camino. Nos invita a vivir de otra manera. Y a confiar, siempre, en el Dios que no se encierra en los cielos, sino que se hace presente en la vida, en el pan, en el perdón, en la comunidad, en cada gesto de amor.