LA ORACIÓN ES IMÁN QUE ATRAE A JESÚS

Domenico Giuliotti, poeta y escritor, nació el 18 de febrero de 1877 en San Casciano Val di Pesa, en la provincia de Florencia. Vivió una infancia serena en una familia en la que se respiraba la fe católica. Él mismo comentaba:

«Mi infancia transcurrió en una antigua villa solitaria en lo alto de una colina cuando el campo todavía era piadoso y fue una infancia muy religiosa. Me rodeaban de cosas y de personas verdaderamente puras. Era el tiempo en el que los campesinos, después del duro día de trabajo, se reunían en la cocina iluminada por una gran llama en la chimenea del hogar y, de rodillas, sobre el suelo irregular, rezaban el rosario mientras una gran cacerola freía el sofrito para su sopa de pan negro. Mi padre, granjero, era amigo de sus subordinados y como un padre para ellos. Mi madre, nacida en el seno de una familia campesina, una mujer purísima y muy fuerte, alternaba el gobierno de la casa con la oración cotidiana. Por la mañana, una breve acción de gracias al Señor por habernos concedido un buen descanso y una invocación a su ayuda para las tareas de la jornada; a mediodía, el ángelus antes de ponernos a la mesa; y, antes de dormir, la avemaría y el credo. Eran oraciones que recitábamos todos juntos y que descendían al alma con una luz benéfica».

En su adolescencia, Domenico Giuliotti se separó de forma brutal de Cristo y se convirtió en un feroz enemigo de la Iglesia y de todo lo que olía a cristianismo: como diría él mismo, se convirtió en un seguidor del Anticristo.

Pero su corazón estaba inquieto y, poco a poco, retomó el camino de regreso. En cuanto dio el paso que lo devolvió a la casa de la fe, Domenico Giuliotti se dio cuenta de lo «insensato» que había sido y se hizo inflexible consigo mismo para castigarse por su fuga imperdonable.

Se comportó como el borracho que, una vez cortado el lazo con el vino, no quiere ni siquiera sentir su olor. Después de su conversión, Domenico Giuliotti amó visceralmente la fe católica y escribió páginas vibrantes en defensa de la grandeza del sacerdote católico.

He aquí una página memorable:

«Ellos solos [= los sacerdotes], aunque indignos, sostienen, sostenidos por Cristo, los muros vacilantes de la ciudad terrena. Si nos imagináramos que ya no habría sacerdotes, tampoco existiría ya la Iglesia; pero si no existiera ya la Iglesia, tampoco habría ya liturgia; y si ya no existiera la liturgia, tampoco existirían ya los sacramentos; y sin sacramentos, ya no se daría la irrigación de la gracia. Y consecuencia de todo ello vendría la sequedad, la esterilidad y la muerte. El sacerdote es un hombre, pero es más que los ángeles; es un pecador, pero quita los pecados; es un siervo, pero el Señor le obedece. Los ángeles e incluso la Reina de los ángeles no tienen el poder de absolver, ni el poder de obligar a Cristo cada día a renovar, bajo las santas especies del pan y del vino, la ofrenda universalmente reparadora de Dios a Dios. Solo él puede hacer estos prodigios».

Domenico Giuliotti se apagó cristianamente a las nueve y cuarto del 12 de enero de 1956. Había escrito poco antes de morir:

«Ven por tanto pronto, oh Señor, a devorar todo el mal con tu famélico amor. ¿Qué importa si no te verán mis cansados ojos de la carne? ¡Sé que vendrás, Señor! Por tanto, puedo partir con alegría de esta “cama ensangrentada” ahora que, en proporción con mi capacidad de entender, es decir, de amar, me has abierto y desvelado tu adorable Misterio».

¿Cómo se dio el milagro del regreso de Domenico Giuliotti al conmovedor abrazo a Dios? Él mismo dio un día la respuesta: «Todo sucedió gracias a las oraciones insistentes y sinceras de mi madre». ¡Es verdad! Cuando alguien se convierte, ¡siempre hay alguien que está rezando por él en algún sitio!

Apuntes para la Oración Vol.1
Dicasterio para la evangelización

MENSAJES DEL PAPA LEÓN

@Pontifex_es

2/11: La caridad vence la muerte. En la caridad, Dios nos reunirá junto a nuestros seres queridos. Y, si caminamos en la caridad, nuestra vida será una oración que se eleva y nos une a los difuntos, nos acerca a ellos, en la espera de encontrarlos nuevamente en la alegría eterna.

2/11: La fe cristiana, fundada sobre la Pascua de Cristo, nos ayuda a vivir la memoria como una esperanza futura. Esta “esperanza futura” anima nuestro recuerdo y nuestra oración en este día. Es la esperanza fundada en la resurrección de Jesús, que ha vencido la muerte y ha abierto también para nosotros el paso hacia la plenitud de la vida.

2/11: Oremos Juntos también por Tanzania, donde, después de las recientes elecciones políticas, se han producido enfrentamientos que han causado numerosas víctimas. Insto a todos a evitar toda forma de violencia y a seguir el camino del diálogo.

2/11: Sigo con gran dolor las trágicas noticias que llegan de #Sudán. La violencia indiscriminada contra mujeres y niños, los ataques contra civiles indefensos y los graves obstáculos a la acción humanitaria están causando un sufrimiento inaceptable. Oremos Juntos para que el Señor acoja a los difuntos, sostenga a los que sufren y toque los corazones de los responsables. Reitero mi llamamiento a las partes implicadas para que decreten un alto el fuego y abran con urgencia corredores humanitarios. Invito a la comunidad internacional a que intervenga con decisión y generosidad.

2/11: Que la visita al cementerio sea para todos nosotros una invitación a la memoria y a la espera. No estamos encerrados en el pasado, en las lágrimas de la nostalgia; tampoco estamos confinados en el presente, como en un sepulcro. Que la voz familiar de Jesús nos alcance a todos, porque es la única que viene del futuro. Nos llama por nuestro nombre, nos prepara un lugar.

Dilexi te – Te he amado

REFLEXIÓN DE LA PALABRA DE ESTE FIN DE SEMANA

Obispo Oscar Ojea – 28/9/2025

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La bendición del obispo Jorge

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