Si no se tiene amor hacia los hermanos, la piedad hacia Dios carece de veracidad. Antes que el servicio cultual a Dios, la verdadera fraternidad en la vida cotidiana ocupa un lugar prioritario; es aquello que Dios espera como prioridad. En una cultura marcada por la violencia y la injusticia, Jesús nos llama a realizar acciones de mayor envergadura que se originan desde una mentalidad diferente ya que nuestras actitudes internas determinan nuestros comportamientos externos. Es necesario erradicar el odio, el desprestigio, la mentira, los insultos y las discriminaciones con el fin de construir nuevas relaciones fraternas basadas en el perdón y la convivencia social siguiendo los principios del Evangelio.
Nada más que un amor verdadero puede poner todo esto en movimiento porque sólo el amor puede abrazar las zonas oscuras de nuestro corazón para darles luminosidad.