No son pocas las veces que sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor ya que, Jesús toca la miseria humana, invitándonos a estar con él y a tocar la carne sufriente de los demás. “Confesar la fe con nuestros labios y con nuestro corazón exige – como le exigió a Pedro – identificar los ‘secreteos’ del maligno. Aprender a discernir y descubrir esos cobertizos personales o comunitarios que nos mantienen a distancia del nudo de la tormenta humana; que nos impiden entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y nos privan, en definitiva, de conocer la fuerza revolucionaria de la ternura de Dios”.
Papa Francisco
29/6/2018