SANTOS COSME Y DAMIÁN, MÁRTIRES

La atención a los enfermos fue el estímulo central de su vida que se desarrolla en el tercer siglo, en tiempos de las persecuciones contra los cristianos. Curan a los enfermos sin hacerse pagar y, por esto, son apodados “anàrgiri”, palabra griega que significa “sin plata”. Su fama de hombres valerosos, de insignes benefactores, se difundió rápidamente en toda la región. La actividad de estos Santos no se redujo sólo a curar el cuerpo. En el ejercicio de su profesión tendían también al bien de las almas con el ejemplo y con la palabra. Logran convertir al cristianismo a muchos paganos. Es célebre el episodio de la curación de una mujer hemorroísa, llamada Palladia, quien por gratitud ofrece tres huevos a estos hermanos. Después de su claro rechazo, implora a Damián que acepte ese pequeño don en nombre de Cristo. Damián, para no ofender a la mujer, acepta los huevos. Pero esto provoca la ira de Cosme que pide públicamente, después de su muerte, no ser sepultado junto a su hermano.

El martirio

Su suplicio lo relata la Leyenda dorada, según la cual los dos hermanos primero son echados al fuego, del que salen ilesos. Después son condenados a la lapidación, pero las piedras vuelven hacia atrás. Sucesivamente, las flechas lanzadas por los arqueros hieren a los verdugos. En fin, son decapitados.

Que no sean separados…

En el cuadro del Beato Angélico, la representación de la sepultura de los dos Santos se basa sobre lo que cuenta la Leyenda dorada. Según esta narración, el dromedario que transportaba los restos de San Damián comienza improvisamente a hablar con voz humana y pronuncia estas palabras: “Nolite eos separare a sepoltura, quia non sunt separati merito” (Que no sean separados en la sepultura porque no son diferentes en el mérito). La Iglesia recuerda a los Santos Cosme y Damián el 26 de septiembre. Su culto se ha extendido en Italia desde Oriente, sobre todo en Roma y en la Región de Apulia.

MENSAJES DEL PAPA LEÓN


@Pontifex_es

2/11: La preocupación de Dios por no perder a nadie la conocemos desde dentro cada vez que la muerte parece hacernos perder para siempre una voz, un rostro, un mundo entero. Cada persona es, en efecto, un mundo entero.

2/11: El centro de la preocupación de Dios es que nadie se pierda para siempre, que cada uno tenga su lugar y resplandezca en su unicidad.


Dilexi te – Te he amado

REFLEXIÓN DE LA PALABRA DE ESTE FIN DE SEMANA

Obispo Oscar Ojea – 28/9/2025

REFLEXIONES VARIAS

La bendición del obispo Jorge

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