
Tomás de Aquino (1225-1274) realizó plenamente el ideal dominicano: dedicarse a la vida contemplativa y a transmitir a los demás el fruto de su contemplación.
Filósofo y teólogo, Tomás reflexionó mucho, enseñó mucho y escribió mucho, pero, por encima de todo, oró mucho y se sometió a una ruda disciplina para acceder a la pura Luz.
Fue el autor del Oficio de la fiesta del «Corpus Christi» y de numerosos trabajos de Filosofía y Teología, especialmente de la «Suma Teológica».
Murió en plena madurez, cuando se dirigía al Concilio de Lyon, en la Abadía de Fossanova (Italia). El Papa León XIII lo declaró, en 1880, Patrono de todas las escuelas católicas.