SANTA MARGARITA DE ESCOCIA

Margarita nace en 1045 en Mecseknádasd, Hungría, donde su padre Eduardo, heredero del trono de Edmund II de Inglaterra, había sido exiliado después de que el rey de Dinamarca Canuto tomara posesión del reino. Los orígenes de la Madre Agatha son inciertos. Margarita es la segunda hija de tres hijos. Todavía es una niña cuando, tras la muerte de Canuto, su padre decide regresar a Inglaterra. Eduardo muere poco después y la llegada del normando Guillermo el Conquistador empuja a Agatha a repararse en otro lugar con sus hijos. Se refugia en Escocia, en la corte de Malcolm III, hospitalario, cortés y generoso. Viudo y padre de un hijo, se enamora de la bella e inteligente Margarita, educada a los buenos modales y a la fe católica. Pide su mano. Es el 1070: a la edad de 24 años Margarita es la Reina de Escocia.

Una monarca ejemplar

La residencia de Malcolm y Margarita es el castillo de Edimburgo, donde la vida de corte se enriquece con ejercicios piadosos y oraciones diarias. Ocho niños animan a la pareja real: seis varones y dos mujeres. Gentil, paciente, dócil y cariñosa, Margarita es una esposa perfecta. Madre atenta, cariñosa con su marido: lo apoya en sus dificultades cotidianas, lo involucra en sus prácticas religiosas, le ofrece sus consejos en asuntos políticos y administrativos. A ella se debe la introducción del feudalismo según el modelo inglés y la idea de un parlamento, mientras que las puertas del castillo se abren para acoger, ayudar y asistir a los pobres y enfermos. Para ellos, la monarca hace también construir hospicios y albergues.

Reformadora

Con Margarita los cultos de las Iglesias locales se uniforman y se vuelven más conformes con los de la Iglesia de Roma. La reina ordena que se respete el ayuno cuaresmal y que se celebre la Pascua el mismo día, recomienda la confesión frecuente y la abstención del trabajo dominical, difunde la educación religiosa e incentiva la construcción de iglesias, monasterios, capillas y escuelas. Gracias a ella, los monjes benedictinos fundan monasterios en Escocia, recuperan el esplendor antiguas abadías y se construyen refugios para los peregrinos. En la intimidad del castillo, Margarita se dedica al bordado de vestiduras sagradas, entretiene a su marido con lecturas espirituales y decora libros.

Más grande que la muerte

Débil de salud, en 1093 Margarita cae enferma, mientras su marido y su hijo mayor tienen que tomar las armas contra Guillermo el Rojo que invade Escocia. Ambos mueren el 13 de noviembre en la batalla de Alnwick. Es famosa la oración de la reina después de enterarse de la noticia. Sus palabras fueron recogidas por el monje Teodorico Turgot, prior del monasterio de Durham, posteriormente arzobispo de San Andrés, además de confesor, padre espiritual y biógrafo de Margarita: «Dios Todopoderoso, te agradezco por enviarme tan grande aflicción en los últimos momentos de mi vida. Espero que, con tu misericordia, sirva para purificarme de mis pecados». El 16 de noviembre, Margarita muere en el castillo de Edimburgo. Fue canonizada en 1250 por el Papa Inocencio IV, por el ejemplo ofrecido con su vida, la fidelidad a la Iglesia y la caridad hacia el prójimo. La más antigua iglesia dedicada a ella es la Capilla de Santa Margarita en el Castillo de Edimburgo.

«El secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó» (Apoc. 21,4)

LAS HERMANAS DEJESÚS POBRE, NOPODEMO SER INDIFERENTES AL SUFRIMIENTO DE LOS  HERMANOS Y HERMANAS QUE SUFREN, COMO JESÚS NOS ENSEÑA A CADA INSTANTE.

REFLEXIÓN DE LA PALABRA DE ESTE FIN DE SEMANA

P. Ricardo – 22/6/2025

REFLEXIONES VARIAS

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I SÍNODO ARQUIDIOCESANO – DOCUMENTO FINAL

3 MINUTOS DE RETIRO

MENSAJES DIARIOS DEL PAPA LEÓN XIV

22/6/2025

Cristo es la respuesta de Dios al hambre del hombre, porque su cuerpo es el pan de la vida eterna. Cuando nos alimentamos de Jesús, pan vivo y verdadero, vivimos para Él. Ofreciéndose sin reservas, el Crucificado Resucitado se entrega a nosotros, y de este modo descubrimos que hemos sido hechos para nutrirnos de Dios.

La guerra no resuelve los problemas, sino que los amplifica y produce heridas profundas en la historia de los pueblos, que tardan generaciones en cicatrizar. Ninguna victoria armada podrá compensar el dolor de las madres, el miedo de los niños, el futuro robado. ¡Que la diplomacia haga callar las armas! ¡Que las naciones tracen su futuro con obras de paz, no con la violencia ni conflictos sangrientos!

Hoy más que nunca, la humanidad clama y pide la paz. Es un grito que exige responsabilidad y razón, y no debe ser sofocado por el estruendo de las armas ni por las palabras retóricas que incitan al conflicto. Todo miembro de la comunidad internacional tiene la responsabilidad moral de detener la tragedia de la guerra, antes de que se convierta en una vorágine irreparable. No existen conflictos “lejanos” cuando está en juego la dignidad humana.

Continúan llegando noticias alarmantes desde Oriente Medio, sobre todo desde Irán. En este escenario dramático, que incluye a Israel y Palestina, corre el riesgo de caer en el olvido el sufrimiento diario de la población, especialmente de Gaza y los demás territorios, donde la necesidad de una ayuda humanitaria adecuada es cada vez más urgente.

En la Eucaristía el Señor acoge, santifica y bendice el pan y el vino que ponemos en el altar, junto con la ofrenda de nuestra vida, y los transforma en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, sacrificio de amor para la salvación del mundo. Dios se une a nosotros acogiendo con alegría lo que le presentamos y nos invita a unirnos a Él recibiendo y compartiendo con igual alegría su don de amor.

En muchos países se celebra la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, el Corpus Domini, y el Evangelio De Hoy narra el milagro de los panes y los peces (Lc 9,11-17). Más allá del prodigio, el milagro es un “signo”, y nos recuerda que los dones de Dios, incluso los más pequeños, crecen más cuanto más se comparten.

INTENCIONES DEL PAPA

El Papa León XIV nos invita a profundizar nuestra relación personal con Jesús y a aprender de su Corazón la compasión por el mundo.