Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein)
“Ave Crux, Spes Unica”. Edith Stein afronta el martirio en las cámaras de gas de Auschwitz Birkenau, con la mirada fija a los brazos abiertos de Cristo en la cruz. Es el culmen de un largo recorrido interior que la condujo del estudio de la filosofía al compromiso por la promoción humana, social y religiosa de la mujer, hasta la vida contemplativa.
Nació en Breslavia en la Silesia alemana del 1891, la última de once hijos de una pareja judía muy religiosa, Edith se hace reconocer por la inteligencia brillante que favorecerá una visión racional y su alejamiento juvenil de la religión. Durante la primera Guerra Mundial, interrumpe los estudios para ayudar a los soldados como enfermera de la Cruz Roja.
Su conversión al cristianismo surge tras el encuentro con la Fenomenología del filósofo Husserl, de quien se convierte en su asistente en la Universidad de Friburgo, donde profundizó el tema de la empatía y el encuentro con el filósofo Max Scheler, así como la lectura de los ejercicios de san Ignacio y la vida de Santa Teresa de Ávila.
La fe y el nacismo
Deseosa de conquistar la verdad a través del conocimiento y el estudio, se enamora de la Verdad de Cristo, por medio de los textos de Tomás y Agustín. Recibe el Bautismo y la Confirmación en el 1922, contra la voluntad de sus padres, jamás negará sus orígenes judías: en los años de las persecuciones, se convirtió en profesora y hermana carmelita en el 1934, en Colonia y toma el nombre de teresa Benedicta de la Cruz, abraza el sufrimiento de su pueblo, introduciéndose en el sacrificio de Cristo. Tras la “Noche de los cristales” es trasladada a Holanda, país neutral: en el Carmelo holandés de Echt escribe el deseo de ofrecerse “en sacrificio de expiación para alcanzar la verdadera paz y abatir el reino del anticristo”.
Mártir en Auschwitz
Después de dos años que los Países Bajos fueron invadidos por los nacistas, en 1940, es capturada junto a otros 244 judíos católicos, como acto de represalia contra el episcopado holandés que se opuso públicamente a las persecuciones, y es conducida a
Auschwitz. Aquí cuida a los niños encerrados en ese campo, los acompaña con compasión hacia la muerte y les enseña el Evangelio a los detenidos. Con ella está la hermana Rosa, que también se convirtió al catolicismo, quien en el momento extremo del martirio dice: “Ven, vamos por nuestro pueblo”. En el pasado había escrito: “El mundo está en llamas: la lucha entre Cristo y el anticristo ya inició con furia, por tanto, si te decides por Cristo se te puede pedir también el sacrificio de la vida”.
Ejemplo de tolerancia y acogida para Europa
El pensamiento y la fe de Edith Stein se aprecian en sus obras, particularmente en “Ser finito y ser eterno”, síntesis de filosofía y mística desde la cual emerge el sentido del hombre, su singularidad y unicidad, en la relación con el Creador. “Una eminente hija de Israel y fiel hija de la Iglesia” así la definió san Juan Pablo II al canonizarla en 1998. “Declarar a santa Edith Stein, copatrona de Europa – dijo – significa poner en el horizonte del Viejo Continente una pancarta de respeto, tolerancia y acogida», pero es necesario dar importancia a los valores auténticos, que tienen su fundamento en la ley moral universal: Una Europa que intercambiara el valor de tolerancia y respeto con indiferencia ética sobre los valores indispensables se abriría a las aventuras más arriesgadas y tarde o temprano reaparecería en nuevas formas los espectros más temibles de su historia».