SAN SIMEÓN, OBISPO DE JERUSALEN Y MÁRTIR

La noticia que tenemos de San Simeón es contada en primer lugar por Egesipo, uno de los primeros escritores cristianos, probablemente de origen palestino, que llegó a Roma a mediados del siglo II, y luego también por Eusebio de Cesarea, que en su Historia Eclesiástica lo llama «segundo obispo» de Jerusalén, sucesor de Santiago de Alfeo, conocido como el Menor, asesinado en el año 63.

Una identidad imposible de verificar históricamente

Los orígenes de San Simeón son muy poco claros. Según una tradición muy poco atendible, tuvo una vida muy larga, llegando a los 120 años de edad. Algunos lo señalan como uno de los discípulos -aquel cuyo nombre no se menciona en el Evangelio de Lucas- que se encontró con el Señor en el camino de Emaús sin reconocerlo inicialmente; según otras fuentes, sería hijo de uno de ellos, y precisamente de Cleofás. Según otros, habría sido pariente de Jesús mismo: Eusebio de Cesarea, por ejemplo, lo cita como «el primo del Salvador».

Episcopado y martirio

Ciertamente se sabe que estamos en la era de dificultades internas en el mundo judío que precede a la revuelta armada contra el dominio romano.
Simeón, después de la muerte de Santiago, fue nombrado por unanimidad como el nuevo líder de la comunidad cristiana de Jerusalén -la única compuesta íntegramente por judíos- que se vería obligada a emigrar tras la destrucción de la Ciudad Santa y del Templo y a refugiarse al otro lado del Jordán, en Petra de Perea. En 98, el español Ulpio Traiano se convirtió en emperador, y aunque consideraba que los cristianos eran un peligro para el Estado, prohibió las persecuciones contra ellos. Sin embargo, San Simeón fue denunciado por su proselitismo, sometido a torturas durante varios días hasta que fue asesinado en la cruz, como Jesús.

«El secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó» (Apoc. 21,4)

LAS HERMANAS DEJESÚS POBRE, NOPODEMO SER INDIFERENTES AL SUFRIMIENTO DE LOS  HERMANOS Y HERMANAS QUE SUFREN, COMO JESÚS NOS ENSEÑA A CADA INSTANTE.

REFLEXIÓN DE LA PALABRA DE ESTE FIN DE SEMANA

P. Ricardo – 22/6/2025

REFLEXIONES VARIAS

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MENSAJES DIARIOS DEL PAPA LEÓN XIV

22/6/2025

Cristo es la respuesta de Dios al hambre del hombre, porque su cuerpo es el pan de la vida eterna. Cuando nos alimentamos de Jesús, pan vivo y verdadero, vivimos para Él. Ofreciéndose sin reservas, el Crucificado Resucitado se entrega a nosotros, y de este modo descubrimos que hemos sido hechos para nutrirnos de Dios.

La guerra no resuelve los problemas, sino que los amplifica y produce heridas profundas en la historia de los pueblos, que tardan generaciones en cicatrizar. Ninguna victoria armada podrá compensar el dolor de las madres, el miedo de los niños, el futuro robado. ¡Que la diplomacia haga callar las armas! ¡Que las naciones tracen su futuro con obras de paz, no con la violencia ni conflictos sangrientos!

Hoy más que nunca, la humanidad clama y pide la paz. Es un grito que exige responsabilidad y razón, y no debe ser sofocado por el estruendo de las armas ni por las palabras retóricas que incitan al conflicto. Todo miembro de la comunidad internacional tiene la responsabilidad moral de detener la tragedia de la guerra, antes de que se convierta en una vorágine irreparable. No existen conflictos “lejanos” cuando está en juego la dignidad humana.

Continúan llegando noticias alarmantes desde Oriente Medio, sobre todo desde Irán. En este escenario dramático, que incluye a Israel y Palestina, corre el riesgo de caer en el olvido el sufrimiento diario de la población, especialmente de Gaza y los demás territorios, donde la necesidad de una ayuda humanitaria adecuada es cada vez más urgente.

En la Eucaristía el Señor acoge, santifica y bendice el pan y el vino que ponemos en el altar, junto con la ofrenda de nuestra vida, y los transforma en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, sacrificio de amor para la salvación del mundo. Dios se une a nosotros acogiendo con alegría lo que le presentamos y nos invita a unirnos a Él recibiendo y compartiendo con igual alegría su don de amor.

En muchos países se celebra la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, el Corpus Domini, y el Evangelio De Hoy narra el milagro de los panes y los peces (Lc 9,11-17). Más allá del prodigio, el milagro es un “signo”, y nos recuerda que los dones de Dios, incluso los más pequeños, crecen más cuanto más se comparten.

INTENCIONES DEL PAPA

El Papa León XIV nos invita a profundizar nuestra relación personal con Jesús y a aprender de su Corazón la compasión por el mundo.