SAN SEVERINO BOEZIO, FILÓSOFO Y MÁRTIR

Hay personajes que buscan la verdad toda su vida, pero hay otros que incluso están dispuestos a morir, como mártires, por la única Verdad. Pertenece a esta segunda categoría Manlio Torcuato Severino Boecio, descendiente de la noble gens Anicia, que de cónsul y filósofo romano llegó a ser venerado hoy como santo por la Iglesia. Considerado el fundador de la Escolástica medieval, su pensamiento ya era reconocido por Dante que lo llamó «alma santa».

Injustamente encarcelado

Por ser un vástago de una importante familia patricia, Boecio gozó de un camino muy allanado: a la edad de 25 años ya era senador y luego cónsul único desde el año 510. Se casó con Rusticiana y tuvo dos hijos con ella, que serán cónsules en el 522. En 497, Roma había sido invadida por los ostrogodos de Teodorico. Boecio fue uno de aquellos romanos cultos que creían en la posibilidad de la convivencia pacífica, y por lo tanto en la posibilidad del encuentro civilizado entre las dos culturas. Como Severino había escrito mucho sobre lógica, matemáticas, música y teología, era un hombre influyente de su tiempo y, sólo en un principio, Teodorico lo estimó y le pidió consejo. Poco después sucedió algo terrible que cambió todo. Por haber defendido a un amigo, el senador Albino, Boecio fue acusado de corrupción por el propio Teodorico, quien – como arriano y bárbaro que era – en realidad temía que Boecio hubiera preferido al emperador bizantino Justiniano. Fue por esta sucia razón política que lo exilió y lo encarceló en Pavía, donde fue ejecutado el 23 de octubre de 524.

El consuelo de la filosofía

En la prisión, Boecio sabía que estaba sufriendo una sentencia injusta, así que buscó la luz, el consuelo y la sabiduría. Comienzó su obra haciendo una reflexión sobre la justicia humana, donde a menudo, como en su caso, existía tanta injusticia real. Describió así cómo en la cárcel los bienes aparentes se evaporan, dejando lugar a los bienes auténticos, como la amistad por ejemplo, o como el Bien más elevado, el Bien Supremo, que es Dios. Allí percibió sobre todo como Dios no le había dejado solo, no le había permitido caer en el fatalismo ni extinguir la esperanza; más bien le había enseñado que es su Providencia la que gobernaba el mundo; providencia con un rostro personal y no abstracto. Confortado pues por el mismo rostro del Dios Padre providente, fue así que el condenado a muerte, Boecio, recuperó la fuerza para rechazar el odio y dialogar a través de la oración y así alcanzar la salvación. Este es, en extrema síntesis, el contenido de su mayor obra, el De consolatione philosophiae en el que, retomando un género literario muy querido en la antigüedad tardía, recurrió al consuelo del pensamiento sabio, precisamente, como medicina al drama existencial que estaba viviendo. Como respuesta a su confiada oración, el sabio y luminoso consuelo de Dios le respondió inmediatamente de este modo: en primer lugar Severino Boecio percibió claramente que quien era capaz de estar ya consigo mismo, no podía sentirse en exilio; luego comenzó a valorar no lo que había perdido, sino lo que todavía le quedaba, llegando a comprender que la felicidad sólo puede encontrarse proyectándose en el infinito, es decir, en la dimensión del eterno propia de Dios. Del mismo modo, comprendió que la libertad del hombre sólo se realiza cuando se mantiene anclado al plan que la Providencia le ha reservado. Nunca, por lo tanto, se dejó ahogar por la condición de sufrimiento en la que se encontraba, sino que siempre se esforzó por alcanzar el Bien, por alcanzar a Dios: esta es, de hecho, la más auténtica enseñanza que acomuna a todos los mártires.

«El secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó» (Apoc. 21,4)

LAS HERMANAS DEJESÚS POBRE, NOPODEMO SER INDIFERENTES AL SUFRIMIENTO DE LOS  HERMANOS Y HERMANAS QUE SUFREN, COMO JESÚS NOS ENSEÑA A CADA INSTANTE.

REFLEXIÓN DE LA PALABRA DE ESTE FIN DE SEMANA

P. Ricardo – 22/6/2025

REFLEXIONES VARIAS

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I SÍNODO ARQUIDIOCESANO – DOCUMENTO FINAL

3 MINUTOS DE RETIRO

MENSAJES DIARIOS DEL PAPA LEÓN XIV

22/6/2025

Cristo es la respuesta de Dios al hambre del hombre, porque su cuerpo es el pan de la vida eterna. Cuando nos alimentamos de Jesús, pan vivo y verdadero, vivimos para Él. Ofreciéndose sin reservas, el Crucificado Resucitado se entrega a nosotros, y de este modo descubrimos que hemos sido hechos para nutrirnos de Dios.

La guerra no resuelve los problemas, sino que los amplifica y produce heridas profundas en la historia de los pueblos, que tardan generaciones en cicatrizar. Ninguna victoria armada podrá compensar el dolor de las madres, el miedo de los niños, el futuro robado. ¡Que la diplomacia haga callar las armas! ¡Que las naciones tracen su futuro con obras de paz, no con la violencia ni conflictos sangrientos!

Hoy más que nunca, la humanidad clama y pide la paz. Es un grito que exige responsabilidad y razón, y no debe ser sofocado por el estruendo de las armas ni por las palabras retóricas que incitan al conflicto. Todo miembro de la comunidad internacional tiene la responsabilidad moral de detener la tragedia de la guerra, antes de que se convierta en una vorágine irreparable. No existen conflictos “lejanos” cuando está en juego la dignidad humana.

Continúan llegando noticias alarmantes desde Oriente Medio, sobre todo desde Irán. En este escenario dramático, que incluye a Israel y Palestina, corre el riesgo de caer en el olvido el sufrimiento diario de la población, especialmente de Gaza y los demás territorios, donde la necesidad de una ayuda humanitaria adecuada es cada vez más urgente.

En la Eucaristía el Señor acoge, santifica y bendice el pan y el vino que ponemos en el altar, junto con la ofrenda de nuestra vida, y los transforma en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, sacrificio de amor para la salvación del mundo. Dios se une a nosotros acogiendo con alegría lo que le presentamos y nos invita a unirnos a Él recibiendo y compartiendo con igual alegría su don de amor.

En muchos países se celebra la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, el Corpus Domini, y el Evangelio De Hoy narra el milagro de los panes y los peces (Lc 9,11-17). Más allá del prodigio, el milagro es un “signo”, y nos recuerda que los dones de Dios, incluso los más pequeños, crecen más cuanto más se comparten.

INTENCIONES DEL PAPA

El Papa León XIV nos invita a profundizar nuestra relación personal con Jesús y a aprender de su Corazón la compasión por el mundo.