SAN PEDRO JULIAN EYMARD, FUNDADOR DE LOS SACRAMENTINOS

La Eucaristía como un despertar espiritual

«Siempre he reflexionado sobre los remedios de la indiferencia universal que se apodera de tantos hombres, y solo encuentro uno: la Eucaristía, el amor a Jesús Eucarístico. La pérdida de la fe proviene de la pérdida del amor». Con estas palabras el sacerdote francés Pedro Julián Eymard, animado por el deseo de generar el despertar espiritual de Europa, explicaba a mediados del siglo XIX, la profunda convicción de que sólo en el culto eucarístico residía la clave para la renovación de la vida cristiana y la formación de laicos y consagrados.

Siempre dedicado al Santísimo Sacramento

Por otro lado, la devoción al Santísimo Sacramento siempre acompañó su crecimiento espiritual; ya desde niño, en el día de la primera comunión, maduraba en su corazón el deseo de convertirse en sacerdote.

Nació en La Mure d’Isère, en la diócesis de Grenoble, el 4 de febrero de 1811. Fue el último de diez hermanos, ocho de los cuales murieron siendo aún niños. Debido a su frágil estado de salud pronto tuvo que abandonar el deseo de irse de misión. Su vocación religiosa, a la cual se oponía firmemente su padre, se vio al fin encauzada cuando con 20 años ingresó al seminario, donde recibió su formación y fue ordenado sacerdote en 1834.

Primero como sacerdote diocesano, y luego desde 1839 como miembro de la recién formada Congregación de Padres Maristas en Lyon, este Santo se sentía fuertemente atraído por la contemplación del amor de Dios, “escondido especialmente en la Eucaristía”.

Los sacramentos

La adoración era para el Padre Eymard más que una mera contemplación: constituía el motor y el alma de toda obra de caridad con los pobres en los suburbios de París, así como con sacerdotes ancianos o en dificultad.

Impulsado por esta convicción, fundó con Margarita Guillot las Esclavas del Santísimo Sacramento, y posteriormente, dio vida a la Asociación de sacerdotes adoradores, así como la Agregación del Santísimo Sacramento para los laicos y comprometidos en el apostolado a través de la predicación, la dirección espiritual y la obra de las primeras comuniones de adultos y jóvenes trabajadores.

La centralidad de la Misa

El punto central en la vida de cada cristiano y el origen de cada acción tenía que ser la celebración de la Eucaristía: por ello, el padre Pedro Julián, que siempre defendió el rito romano, en lugar del galicano, fue un incansable defensor de la participación frecuente en la misa.

Estar en la presencia de Dios contemplado en la hostia consagrada trascendía, según el sacerdote, toda forma de intimismo proyectando al adorador a la vida activa. Esta dimensión social de la Eucaristía fue sellada en el texto de Le Trés Saint Sacrement:

«La adoración al Santísimo Sacramento expuesto es necesaria para despertar la fe adormentada de muchos hombres de bien. (…) La sociedad muere porque ya no tiene un centro de verdad y caridad, ya no tiene vida familiar. Todo el mundo se aísla, se concentra en sí mismo, quiere ser autosuficiente; la disolución es inminente. Pero la sociedad – escribe el padre Pedro Julián – renacerá lleno de vigor cuando todos sus miembros vengan y se reúnan alrededor de nuestro Emanuel».

Recordado como «el apóstol de la Eucaristía», Pedro Julián Eymard murió en su tierra natal con tan sólo 57 años, el 1 de agosto de 1868, debilitado por varias dolencias de su cuerpo y marcado, en los últimos años, por dificultades de todo tipo, pero manteniendo siempre el equilibrio de su espíritu. El Papa Pío XI lo beatificó en 1925 y Juan XXIII lo canonizó en 1962.

«Siempre y en todas mis oraciones pido con alegría por todos ustedes, pensando en la colaboración que prestaron a la difusión del Evangelio, desde el comienzo hasta ahora.» (Fil. 1,4)

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