SAN PEDRO DAMIÁN, OBISPO Y CARDENAL, DOCTOR DE LA IGLESIA

Una infancia difícil

Pedro Damián nació en Ravena, el último hijo de una pobre y numerosa familia. Habiendo perdido a sus padres cuando era muy niño, quedó al cuidado de un hermano suyo, quien le trató como si fuera un esclavo enviándolo a cuidar de los cerdos que tenían, en cuanto pudo aprender a caminar.  Otro de sus hermanos, que era arcipreste de Ravena, se compadeció de él y decidió encargarse de su educación. Viéndose tratado por primera vez como un hijo, Pedro tomó de su hermano el nombre de Damián.

En la escuela de la generosidad

Su primer biógrafo, San Juan de Lodi, cuenta dos episodios significativos de la juventud de Pedro Damián. Un día el jovencito encontró una moneda y lleno de alegría se dirigió hasta el párroco y se la entregó para que ofreciera una misa por los difuntos. Podría habérsela gastado en un dulce o en cualquier otra cosa, acorde a las ilusiones y gustos de su edad, pero decidió despojarse de ella por una mejor causa. En otra ocasión, se encontró con un mendigo ciego que estaba hambriento. El pequeño compró dos trozos de pan y escogió para si mismo el que era más blanco y tierno, dejando para el mendigo el más duro. En ese momento se atragantó con una miga de pan. Arrepentido por su egoísmo, intercambió su trozo de pan con el del ciego, y pudo entonces volver a respirar. Fueron estos y otros episodios los que posteriormente lo llevaron a decidir consagrar su vida a Dios.

En la ermita de Fonte Avellana

Pedro decidió abandonar enteramente el mundo y abrazar la vida monacal en otra región.  Un día en que se hallaba reflexionando sobre su proyecto, se presentaron en su casa dos benedictinos de la reforma de San Romualdo, que pertenecían al convento de Fonte Avellana.  Pedro les hizo muchas preguntas sobre sus reglas y modo de vida.  Sus respuestas le dejaron satisfecho, e ingresó en esa comunidad de ermitaños, que gozaba entonces de gran reputación.  Los ermitaños habitaban en celdas separadas, consagraban la mayor parte del tiempo a la oración y lectura espiritual, y vivían con gran austeridad.

Con el tiempo, sería elegido prior y reorganizaría el monasterio inspirando un resurgir de nuevas casas en las zonas colindantes.

Los males de la Iglesia

Los dos peores vicios de la Iglesia en aquellos años mil, eran la impureza y la simonía. Muchos sacerdotes eran descuidados en cumplir su celibato. Y contra estos dos defectos se propuso luchar Pedro Damián.

En el año 1057, el Papa Esteban IX lo nombró Cardenal y Obispo de Ostia (que es el puerto de Roma). El humilde sacerdote no quería aceptar estos cargos, pero finalmente lo hizo por obediencia al Santo Padre.

Santo de inmediato

    Y precisamente como muestra de su obediencia, aceptó el mandato del Sumo Pontífice que lo envió a Ravena a tratar de lograr que esa ciudad hiciera las paces con el Papa. Lo consiguió, y al volver de su importante misión, al llegar al convento sintió una gran fiebre. Murió santamente el 21 de febrero del año 1072. Inmediatamente la gente empezó a considerarlo como un gran santo y a conseguir favores de Dios por su intercesión.

El Papa lo canonizó y lo declaró Doctor de la Iglesia en 1828, por los elocuentes sermones que compuso y por los libros tan sabios que escribió.

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