«Yo quisiera hacer un llamamiento de manera especial a los hombres del Ejército y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la Policía, de los cuarteles:
Hermanos, son de nuestro mismo pueblo, matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe de prevalecer la Ley de Dios que dice NO MATAR.
Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral nadie tiene por qué cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia y que obedezcan antes a su consciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación.
Queremos que el Gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre.
En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡Cese la represión!».
Homilía del domingo 23 de marzo de 1980
Al día siguiente, monseñor Romero sería asesinado en la capilla del hospital Divina Providencia mientras celebraba la Santa Misa.