SAN LORENZO, LA HISTORIA DEL SANTO QUE AMÓ A CRISTO Y A LOS POBRES

San Lorenzo vivió en el siglo III después de Cristo. Nacido en España en una época en la que los cristianos eran perseguidos, se convirtió en diácono de la Iglesia de Roma. Su vida estuvo marcada, antes de su martirio, por un generoso servicio a los más necesitados: administraba bienes y ofrendas para atender las necesidades de los pobres.

El edicto del emperador Valeriano

En el año 258 d.c. se promulgó el edicto del emperador Valeriano: todos los obispos, presbíteros y diáconos debían ser ejecutados. El Papa Sixto II, fue asesinado el 6 de agosto. En un principio, Lorenzo se salvó. Las autoridades querían obtener del diácono información sobre los bienes y propiedades de los cristianos. Lorenzo se presenta entonces con una multitud muy numerosa de pobres, lisiados y ciegos. Éstos -dice- son los tesoros de la Iglesia».

Martirio

Lorenzo sufrió el martirio cuatro días después de la muerte del Papa Sixto II. Era el 10 de agosto y fue quemado en una parrilla. La noche de San Lorenzo se asocia tradicionalmente al fenómeno de las estrellas fugaces. Se consideran evocadoras de las brasas sobre las que fue martirizado el santo.

El testimonio de San Lorenzo

Los mártires no deben ser vistos como «héroes que actuaron individualmente», sino como «frutos maduros y excelentes de la viña del Señor, que es la Iglesia». Así lo subrayó el Papa Francisco en la audiencia general del 19 de abril de 2023, centrada en el tema de la pasión por la evangelización. La vida de estos extraordinarios testigos de la fe se basa en el hecho de que Jesús «dio la vida por ellos» y, por tanto, también ellos pueden «dar la vida por Él y por los hermanos». El camino del testimonio cristiano como el de san Lorenzo -dijo también el Pontífice en aquella ocasión- está marcado por la generosidad:

San Agustín subraya a menudo esta dinámica de gratitud y de intercambio gratuito del don. Esto es, por ejemplo, lo que él predicaba con ocasión de la fiesta de san Lorenzo: «Ejercía el oficio de diácono. Allí administró la sagrada sangre de Cristo y allí derramó la suya por el nombre de Cristo. El misterio de esta cena lo expuso con toda claridad el bienaventurado apóstol Juan al decir: “Como Cristo entregó su vida por nosotros, así también nosotros debemos entregarla por nuestros hermanos” (1 Jn 3, 16) Esto, hermanos, lo entendió san Lorenzo; lo comprendió y lo realizó. En efecto, preparó cosas semejantes a las tomadas en aquella mesa. Amó a Cristo en su vida y le imitó en su muerte» (Sermón 304, 14; PL 38, 1395-1397). Así san Agustín explicaba el dinamismo espiritual que animaba a los mártires. Con estas palabras: los mártires aman a Cristo en su vida y lo imitan en su muerte.

En el misal romano se lee que san Lorenzo «confirmó su servicio de caridad con el martirio bajo Valeriano (258), cuatro días después de la decapitación del Papa Sixto II». Según una tradición ya popular en el siglo IV, soportó intrépidamente un martirio atroz en la parrilla, después de haber distribuido los bienes de la comunidad entre los pobres, a los que calificó de verdaderos tesoros de la Iglesia».

«El secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó» (Apoc. 21,4)

LAS HERMANAS DEJESÚS POBRE, NOPODEMO SER INDIFERENTES AL SUFRIMIENTO DE LOS  HERMANOS Y HERMANAS QUE SUFREN, COMO JESÚS NOS ENSEÑA A CADA INSTANTE.

REFLEXIÓN DE LA PALABRA DE ESTE FIN DE SEMANA

P. Ricardo – 22/6/2025

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MENSAJES DIARIOS DEL PAPA LEÓN XIV

22/6/2025

Cristo es la respuesta de Dios al hambre del hombre, porque su cuerpo es el pan de la vida eterna. Cuando nos alimentamos de Jesús, pan vivo y verdadero, vivimos para Él. Ofreciéndose sin reservas, el Crucificado Resucitado se entrega a nosotros, y de este modo descubrimos que hemos sido hechos para nutrirnos de Dios.

La guerra no resuelve los problemas, sino que los amplifica y produce heridas profundas en la historia de los pueblos, que tardan generaciones en cicatrizar. Ninguna victoria armada podrá compensar el dolor de las madres, el miedo de los niños, el futuro robado. ¡Que la diplomacia haga callar las armas! ¡Que las naciones tracen su futuro con obras de paz, no con la violencia ni conflictos sangrientos!

Hoy más que nunca, la humanidad clama y pide la paz. Es un grito que exige responsabilidad y razón, y no debe ser sofocado por el estruendo de las armas ni por las palabras retóricas que incitan al conflicto. Todo miembro de la comunidad internacional tiene la responsabilidad moral de detener la tragedia de la guerra, antes de que se convierta en una vorágine irreparable. No existen conflictos “lejanos” cuando está en juego la dignidad humana.

Continúan llegando noticias alarmantes desde Oriente Medio, sobre todo desde Irán. En este escenario dramático, que incluye a Israel y Palestina, corre el riesgo de caer en el olvido el sufrimiento diario de la población, especialmente de Gaza y los demás territorios, donde la necesidad de una ayuda humanitaria adecuada es cada vez más urgente.

En la Eucaristía el Señor acoge, santifica y bendice el pan y el vino que ponemos en el altar, junto con la ofrenda de nuestra vida, y los transforma en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, sacrificio de amor para la salvación del mundo. Dios se une a nosotros acogiendo con alegría lo que le presentamos y nos invita a unirnos a Él recibiendo y compartiendo con igual alegría su don de amor.

En muchos países se celebra la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, el Corpus Domini, y el Evangelio De Hoy narra el milagro de los panes y los peces (Lc 9,11-17). Más allá del prodigio, el milagro es un “signo”, y nos recuerda que los dones de Dios, incluso los más pequeños, crecen más cuanto más se comparten.

INTENCIONES DEL PAPA

El Papa León XIV nos invita a profundizar nuestra relación personal con Jesús y a aprender de su Corazón la compasión por el mundo.