Carlos José Wojtyła nació en Wadowice, Polonia, en 1920. Su familia y su infancia están marcadas por varios lutos. En 1939, cuando la Alemania nazi invadió Polonia, el Tercer Reich cerró la Universidad Jagellónica de Cracovia a la que asistía, por lo que el joven Carlos comenzó a trabajar primero en una cantera y luego en la fábrica de productos químicos para ganarse la vida y evitar la deportación a Alemania. Desde 1942, sintiéndose llamado al sacerdocio, asistió a los cursos de formación del seminario mayor clandestino de Cracovia, dirigido por el arzobispo Adam Stefan Sapieha.
Pastor en una Polonia finalmente libre
Después de la guerra, Carlos pudo continuar sus estudios en el seminario mayor de Cracovia y en la Facultad de Teología de la Universidad Jagellónica, hasta su ordenación sacerdotal en 1946. En 1948 recibió su primer encargo en Polonia: coadjutor en la parroquia de Niegowić, cerca de Cracovia, y luego en la parroquia de San Florián en la ciudad. Fue capellán de estudiantes universitarios hasta 1951, y después enseñó Teología Moral y Ética en el seminario mayor de Cracovia y en la Facultad de Teología de Lublin. El 13 de enero de 1964 fue nombrado arzobispo de Cracovia por el Papa Pablo VI, quien lo creó cardenal tres años después. Inmediatamente después participó en el Concilio Vaticano II donde hizo una importante contribución a la redacción de la constitución Gaudium et spes.
El primer polaco sucesor de S. Pedro
Con la muerte prematura de Juan Pablo I, contra todo pronóstico Carlos Wojtyła fue elegido Papa el 16 de octubre de 1978. Fue el primer Papa no italiano después de 455 años, desde la época de Adriano VI, el primer polaco de la historia y también el primer Pontífice de un país de habla eslava. Su pontificado comenzó inmediatamente a reunir primados: sus viajes apostólicos por el mundo, expresión de la constante preocupación pastoral del sucesor de Pedro por todas las Iglesias, fueron 104; ayudado por las 11 lenguas que conocía, Juan Pablo II trabajó siempre para construir puentes de relaciones entre las naciones y las diferentes religiones, en el signo del Ecumenismo, verdadero faro del que se guió durante todo su largo pontificado. En Italia, realizó 146 visitas pastorales y, como Obispo de Roma, visitó 317 de las 332 parroquias actuales de Roma.
Un ministerio verdaderamente universal
Su solicitud como pastor se expresó, además, en el establecimiento de numerosas diócesis y circunscripciones eclesiásticas, en la promulgación de los Códigos de Derecho Canónico Latino y de las Iglesias Orientales, en el Catecismo de la Iglesia Católica. Proponiendo al Pueblo de Dios momentos de particular intensidad espiritual, inauguró el Año de la Redención, el Año Mariano y el Año de la Eucaristía, así como el Gran Jubileo del 2000. Para acercarse a las nuevas generaciones aceptó la sugerencia del S.D. Cardenal Pironio de inciar las Jornadas Mundiales de la Juventud, que comienzaron con aquella primera reunión en Roma el 31 de marzo de 1985 y que a partir de entonces se celebrará cada dos años en una ciudad diferente del mundo elegida por el Papa, adquiriendo cada vez mayor importancia. Ningún Papa, por lo tanto, se ha encontrado con tanta gente como Juan Pablo II: más de 17 millones 600 mil peregrinos asistieron a las Audiencias Generales de los miércoles (más de 1160), sin contar todas las demás audiencias especiales y ceremonias religiosas y los millones de fieles a los que les dio la mano y les hizo una caricia durante sus visitas pastorales en Italia y en todo el mundo.
El atentado en la Plaza de san Pedro
Juan Pablo II sufrió un grave atentado en la Plaza de san Pedro el 13 de mayo de 1981 cuando saludaba a la multitud reunida para la audiencia y fue herido por el disparo de una pistola. Después de una larga convalescencia en el hospital fue a visitar a su agresor a la prisión, al turco Ali Agca. Allí Juan Pablo II lo perdonó y sostuvieron una larga conversación. Como un signo de su agradecimiento a Dios por haber sido salvado gracias a la mano materna de la Madre de Dios, el Papa hizo que el proyectil disparado se colocara en la corona de la estatua de Nuestra Señora de Fátima; proyectil que recordara también que Dios lo había sido salvado justamente el mismo día de la fiesta de las apariciones de Fátima. Consciente de haber recibido una nueva vida, desde ese entonces Juan Pablo II intensificó sus compromisos pastorales con una generosidad heroica.
Documentos y textos
El Papa, en su largo pontificado, también firmó varios documentos que más tarde entraron en el Magisterio de la Iglesia. Entre los principales se encuentran 14 Encíclicas, 15 Exhortaciones Apostólicas, 11 Constituciones Apostólicas y 45 Cartas Apostólicas. Se trata de dos encíclicas sobre el tema del trabajo y la doctrina social como la Laborem exercens de 1981 y la Centesimus Annus de 1991, en el centenario de la Rerum Novarum de León XIII. Recordamos también la Constitución Apostólica Pastor bonus de 1988 que renovó la organización de la Curia Romana y las tareas de los distintos dicasterios. Al Papa Juan Pablo II se le atribuyen también 5 libros: Cruzando el umbral de la esperanza (octubre de 1994); Don y misterio: en el Cincuentenario de mi sacerdocio (noviembre de 1996); Tríptico romano, Meditaciones en forma de poesía (marzo de 2003);!! ¡Levantaos! ¡Vamos! (mayo de 2004) y Memoria e identidad (febrero de 2005).
La muerte y el culto
Juan Pablo II murió en Roma, en el Palacio Apostólico del Vaticano el sábado 2 de abril de 2005, a las 9:37 p.m., en la víspera del domingo en Albis o Solemnidad de la Divina Misericordia, fiesta instituida por él. Su pontificado fue el tercero más largo de la historia, después del de Pedro y Pío IX. Los solemnes funerales en la Plaza de San Pedro se celebraron el 8 de abril con una multitud de gente nunca vista antes en Roma. Beatificado en 2011 por su sucesor inmediato Benedicto XVI, fue canonizado por el Papa Francisco el 27 de abril de 2014.
Esta es una oración que Juan Pablo II aprendió de niño y que recitaba todos los días:
Ven, oh Espíritu Creador,
visita nuestras almas,
y llena con la gracia divina
los corazones que Tú has creado.
Eres nuestro dulce consolador,
el Don del Padre Altísimo,
fuente de Agua viva, fuego, amor,
y espiritual unción.
Dedo de la diestra paterna,
fiel promesa del Padre;
irradia tus siete dones,
y enriquece nuestra palabra.
Ilumina los sentidos,
e infunde tu amor en nuestros corazones;
cura nuestras heridas
con el bálsamo de tu amor.
Defiéndenos del enemigo,
danos pronto el don de la paz.
Con tu guía invencible,
evitaremos todo mal.
Luz de la sabiduría eterna,
revelanos el grande misterio
de Dios Padre e Hijo
unidos en un solo Amor.
Gloria a Dios Padre,
y al Hijo, que resucitó y al Espíritu Santo
por siempre y para siempre.
Amén.