SAN JUAN I, PAPA Y MÁRTIR

Juan I nació en Toscana, quizás en la zona de Siena o Aretino, de un terrateniente llamado Constancio. Se convirtió en Papa en 523, y no se sabe mucho de su Pontificado: parece que contribuyó a la ampliación y embellecimiento de algunas basílicas romanas en la via Ardeatina y en la via Ostiense gracias a la generosidad del emperador Justino I. Juan, mantuvo muchos vínculos con las Iglesias orientales.

El contexto histórico

Juan sucede al Papa Ormisda, que tiene el mérito de haber puesto fin al cisma entre Roma y Constantinopla, en colaboración con el emperador romano de Oriente Justino I, tío de Justiniano. El cisma estalló en 484 a causa del Henoticon: un «instrumento de unión» de la fe promulgado por el Emperador Zenón y el Patriarca de Constantinopla Acatías, por medio del cual se buscaba superar las controversias entre la fe católica y la herejía monofisita, que propugnaba una sola naturaleza de Jesucristo: la divina. El nuevo Papa, tuvo que enfrentarse sobre todo al arrianismo, que afirmaba que la naturaleza divina del Hijo era inferior a la del Padre. Los godos, de hecho, que entonces reinaban en Italia, y su rey Teodorico, eran partidarios de la fe arriana.

El drama de Teodorico

La cuestión religiosa en ese periodo histórico está fuertemente entrelazada con la cuestión política. Por ejemplo, el emperador Justino I de Oriente, por su gran celo hacia los católicos promulgó un edicto muy estricto contra los arrianos de Oriente, obligándolos a abjurar y devolver a los católicos las iglesias ocupadas y los bienes confiscados durante las invasiones. También les prohibió ser admitidos en cualquier encargo civil o militar. Teodorico estaba dispuesto a aceptar estas disposiciones: es cierto que reinaba en otra región, pero no podía admitir que sus correligionarios fueran sometidos a tal maltrato, dondequiera que eso ocurriera. Su irritación también aumentó porque en su reino él había hecho muchas concesiones a los católicos.Además, el acercamiento entre Constantinopla y la Santa Sede le causaba mucho temor. Luego, en 524, organizó una delegación para ser enviada a Constantinopla, de la que formaban parte los legados romanos, pero también algunos obispos como el de Fano, Ravena y Capua, y obligó al Papa Juan I a dirigirla. El objetivo era, obviamente, iniciar las negociaciones.

El viaje a Constantinopla

Juan ya es anciano y el viaje al Oriente es largo, pero si esto es lo que el Señor quiere de él, se pone en marcha sin demora. El Pontífice, de hecho, teme que su negativa pueda significar represalias contra los católicos de Roma, también porque Teodorico concedió la libertad de culto, pero al alto costo de imponer fuertes impuestos sobre el clero y privándolos de muchas inmunidades de las que habían disfrutado anteriormente. En particular, Juan advierte que Teodorico tiene la esperanza que él tenga éxito en obtener la revocación del edicto que impedía a los convertidos al catolicismo de regresar al arrianismo.

Cuando llegó a Constantinopla, Juan I fue recibido con todos los honores, fue él quien celebró la Navidad y la Pascua y también obtuvo algunas concesiones para los arrianos, pero no todas las que el rey de los godos había pedido. Cuando regresó a Roma, Teodorico, enfurecido, lo mantuvo encerrado en la prisión de Ravena, donde murió poco después: era el año 526. Luego sus reliquias fueron trasladadas a la Basílica de San Pedro, donde es venerado como mártir de la fe.

«El secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó» (Apoc. 21,4)

LAS HERMANAS DEJESÚS POBRE, NOPODEMO SER INDIFERENTES AL SUFRIMIENTO DE LOS  HERMANOS Y HERMANAS QUE SUFREN, COMO JESÚS NOS ENSEÑA A CADA INSTANTE.

REFLEXIÓN DE LA PALABRA DE ESTE FIN DE SEMANA

P. Ricardo – 22/6/2025

REFLEXIONES VARIAS

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I SÍNODO ARQUIDIOCESANO – DOCUMENTO FINAL

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MENSAJES DIARIOS DEL PAPA LEÓN XIV

22/6/2025

Cristo es la respuesta de Dios al hambre del hombre, porque su cuerpo es el pan de la vida eterna. Cuando nos alimentamos de Jesús, pan vivo y verdadero, vivimos para Él. Ofreciéndose sin reservas, el Crucificado Resucitado se entrega a nosotros, y de este modo descubrimos que hemos sido hechos para nutrirnos de Dios.

La guerra no resuelve los problemas, sino que los amplifica y produce heridas profundas en la historia de los pueblos, que tardan generaciones en cicatrizar. Ninguna victoria armada podrá compensar el dolor de las madres, el miedo de los niños, el futuro robado. ¡Que la diplomacia haga callar las armas! ¡Que las naciones tracen su futuro con obras de paz, no con la violencia ni conflictos sangrientos!

Hoy más que nunca, la humanidad clama y pide la paz. Es un grito que exige responsabilidad y razón, y no debe ser sofocado por el estruendo de las armas ni por las palabras retóricas que incitan al conflicto. Todo miembro de la comunidad internacional tiene la responsabilidad moral de detener la tragedia de la guerra, antes de que se convierta en una vorágine irreparable. No existen conflictos “lejanos” cuando está en juego la dignidad humana.

Continúan llegando noticias alarmantes desde Oriente Medio, sobre todo desde Irán. En este escenario dramático, que incluye a Israel y Palestina, corre el riesgo de caer en el olvido el sufrimiento diario de la población, especialmente de Gaza y los demás territorios, donde la necesidad de una ayuda humanitaria adecuada es cada vez más urgente.

En la Eucaristía el Señor acoge, santifica y bendice el pan y el vino que ponemos en el altar, junto con la ofrenda de nuestra vida, y los transforma en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, sacrificio de amor para la salvación del mundo. Dios se une a nosotros acogiendo con alegría lo que le presentamos y nos invita a unirnos a Él recibiendo y compartiendo con igual alegría su don de amor.

En muchos países se celebra la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, el Corpus Domini, y el Evangelio De Hoy narra el milagro de los panes y los peces (Lc 9,11-17). Más allá del prodigio, el milagro es un “signo”, y nos recuerda que los dones de Dios, incluso los más pequeños, crecen más cuanto más se comparten.

INTENCIONES DEL PAPA

El Papa León XIV nos invita a profundizar nuestra relación personal con Jesús y a aprender de su Corazón la compasión por el mundo.