«No haga ninguna comparación entre la dignidad real y la episcopal porque la primera es para la segunda como la luna para el sol y el plomo para el oro.» (Carta al Rey Boleslao II)
Estrella brillante nacida en una familia de buenos ejemplos cristianos, Estanislao aprende pronto a recogerse en oración y a evitar la frivolidad y la mundanidad. En su camino hacia el servicio eclesial, estudió primero en la prestigiosa universidad polaca de Gniezno y luego, en París, se perfeccionó en derecho canónico y teología, pero para no engreírse, rechazó el título de doctor. Al final del periodo francés regresó a Polonia, porque era allí donde el Señor lo quería.
Como los apóstoles
Ordenado sacerdote en la catedral de Cracovia, Estanislao se convirtió en el brazo derecho del obispo, dándose a conocer inmediatamente por su conducta austera e irreprochable: hacía penitencia, pasaba mucho tiempo leyendo y meditando las Escrituras. A la muerte del obispo fue elegido y consagrado como su sucesor en 1072 por orden del Papa Alejandro II, aunque Estanislao no lo deseaba. Fue entonces cuando Estanislao comprendió que si Dios quería que fuera su apóstol, debía vivir siguiendo el ejemplo de los apóstoles. Era un verdadero pastor a la guía de su rebaño: ayudaba a los enfermos y a los pobres, elaborando incluso una lista para no olvidar a ninguno de ellos. Abría su casa a todo aquel que necesitara una palabra de consejo o de consuelo, visitaba continuamente las parroquias de la diócesis y exigía a sus sacerdotes una vida ejemplar. No dudó ni siquiera en reprochar públicamente al rey Boleslao II, que en público era un valiente líder contra los rusos, pero en privado era un licensioso y violento criminal. Las relaciones entre los dos estaban destinadas a romperse.
La tierra de Piotrawin
Al principio, Boleslao promete al obispo que cambiará su conducta inmoral, pero su compulsión hacia el mal es demasiado fuerte. Un día secuestra a la bella esposa de un noble para satisfacer sua bajos instintos. La medida se ha colmado: Estanislao lo amenaza con la excomunión. Pero la venganza del rey llega pronto. Algún tiempo antes, el obispo había comprado a un señor llamado Pedro una parcela de tierra conocida como «la tierra de Piotrawin», había pagado el precio en presencia de testigos – pero sin que le dieran un documento fehaciente de tal compra – y la había puesto a disposición de la Iglesia de Cracovia. Desde la muerte de Pedro, el rey sugirió maliciosamente a sus herederos la duda de que el obispo habría engañado a su pariente, ya que no podía probar con ningún documento la propiedad regular de las tierras en cuestión, y les instó a denunciar y procesar al prelado. Justo antes de su condena, Estanislao logró obtener una prórroga de tres días durante los cuales rezó mucho, luego, fue a la tumba de Pedro y la tocó con su bastón pastoral y lo trajo de vuelta a la vida para llevarlo a la corte a testificar. Pero ni siquiera este milagro de gracia fue suficiente para hacer que Boleslao cambiara su conducta.
Las relaciones con Boleslao II y el martirio
Estanislao se vio obligado a excomulgar al rey y ordenó a todos los sacerdotes que simplemente al verlo entrar en la iglesia, interrumpieran sus oficios inmediatamente. Para evitar a Boleslao, Estanislao mismo celebraba fuera de la ciudad (de Cracovia), en la iglesia de San Miguel. Fue allí donde lo sorprendió la venganza del desequilibrado soberano. Los guardias, a quienes se les ordenó matarlo, cayeron al suelo por una fuerza misteriosa. Entonces fue el propio rey quien desenvainando su espada mató al pobre e indefenso obispo. Su odio fue tal que lo despedazó y lo dispersó en los campos. Los fieles recogieron (y honraron) los miembros del cuerpo martirizado: para ellos Estanislao ya era un santo, aunque no fue oficialmente canonizado hasta 1253 por Inocencio IV. En cuanto a Boleslao, después de que el Papa confirmara la excomunión que lo despojó de su dignidad real, se arrepintió y en el camino (penitencial) a Roma, terminó en un monasterio benedictino en Carintia, donde pasó el resto de su vida como hermano laico, en el anonimato y haciendo los trabajos más humillantes.