SAN EGIDIO, ABAD

De eremita a abad

La tumba de San Egidio, venerada en una abadía de la región de Nimes, en Francia,   data probablemente de la época merovingia, aunque la inscripción no es anterior al siglo X, fecha en la que también fue escrita la Vida del Santo Abad, tejida de prodigios. Es desde este momento que se parte para intentar reconstruir la vida de San Egidio, que la leyenda popular sitúa en un bosque a orillas del Ródano, en la Francia meridional, donde se instala como eremita para vivir con mayor dedicación el servicio a Dios. El tiempo lo pasaba orando, entre la austeridad y los ayunos. Se nutría de hierbas, de raíces, de frutos selváticos, dormía sobre la tierra desnuda y su almohada era una piedra. Apiadado por tantos sacrificios, el Señor manda a Egidio una cierva que le abastece de leche cada día. Pero durante una batida de caza, el eremita fue descubierto por Flavio, rey de los godos, y le cayó en gracia. En realidad, el soberano tiró una flecha para abatir a la cierva y por error hirió al santo, junto al cual el animal se había refugiado. Entre los dos nació una amistad y el rey que se había compadecido de todo lo sucedido, decidió ofrecer a Egidio una porción de tierra en la cual construir una abadía. Aquí el anacoreta, a cambio de la soledad, irremediablemente perdida, tuvo la satisfacción de ver prosperar una comunidad activa de monjes, de la cual fue el padre espiritual hasta su muerte, el 1 de septiembre del 720. El monasterio tomó el nombre de “Abadía de San Egidio”.

Devoción y milagros también en Italia

Junto a los monjes, San Egidio afrontó una gran obra de evangelización y de civilización de la región, la actual Languedoc. Roturó los campos, fertilizó terrenos hasta entonces nunca cultivados, abrió vías de comercio y especialmente predicó el Evangelio convirtiendo pecadores, e induciéndolos a la penitencia. Por los muchos milagros operados, Egidio fue conocido en toda Francia bajo el nombre de el “santo taumaturgo”.  Su culto se extendió como muestran los numerosos testimonios, incluso a Bélgica, Holanda e Italia. Entre los lugares emblemáticos se encuentra Tolfa en el Lazio, y Latrónico, pequeño centro de Basilicata donde cada tres siglos se renueva el “milagro del maná”, atribuído al Santo eremita.

En la región italiana de Basilicata, uno o más viernes del mes de marzo,  empieza a “exudar” un líquido incoloro del fresco que representa a San Egidio haciendo penitencia en una ermita. El acontecimiento, del cual las crónicas hablaban ya en 1709, se verificó de modo contundente en 1716, cuando sucedió según los relatos, que el pueblo, preocupado por la amenaza de calamidades naturales, rezaba a san Egidio para que hiciese que cesaran. Las oraciones fueron escuchadas y el líquido representaba probablemente el signo del “milagro” sucedido. El 22 de febrero de 1728, el obispo promulgó un decreto que permitía recoger el líquido cada vez que se presentara. Hasta ahora, el misterioso suceso se repite casi cada año y la gente lo espera con ansia.

«El tarro de harina no se agotará ni el frasco de aceite se vaciará, hasta el día en que el Señor haga llover sobre la superficie del suelo» (Rey.17,14)

Lecturas del Domingo XXXII del Tiempo Ordinario (Ciclo 'B', 2024) –  Comunidad Católica Latina en Bangkok

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Diego – 17/11/2024

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He recibido una carta de un joven de Ucrania que escribe: “Padre, cuando recuerde nuestros mil días de sufrimiento, recuerde también los mil días de amor, porque solo el amor, la fe y la esperanza dan un verdadero sentido a las heridas”.

Cuando los niños son acogidos, amados, custodiados, tutelados, la familia está sana, la sociedad mejora, el mundo es más humano.

San Agustín decía: «Si amas la unidad, todo lo que en ella es poseído por alguien, ¡lo posees tú también!».