SAN CRISTÓFORO MAGALLANES Y COMPAÑEROS, MÁRTIRES EN MÉXICO

«No se preocupen, hermanos, sólo un momento y luego el cielo. Muero inocente y le pido a Dios que mi sangre sirva para la unión de mis hermanos mexicanos». (San Cristóbal Magallanes en el momento de su muerte).

Los primeros años del siglo XX fueron años muy difíciles para la Iglesia mexicana. En 1917 el Presidente Venustiano Carranza, apoyó la entrada en vigor de una nueva Constitución inspirada en principios anticlericales. Los obispos se opusieron inmediatamente, pero sólo lograron causar una reacción mas fuerte y violenta por parte del gobierno.

La persecución de la Iglesia Mexicana

Cambió el presidente, pero no cambió la situación, sino que empeoró. El 31 de julio de 1926, por primera vez en 400 años, se suspendió el culto público en todas las iglesias del país y el clero católico comenzó a ser humillado. Nos enfrentamos a una persecución verdadera y propia. Los sacerdotes extranjeros fueron expulsados, las escuelas privadas de inspiración católica fueron declaradas ilegales y cerradas, y muchas obras de caridad pertenecientes a la Iglesia también fueron abolidas. Sin embargo, la gente no pudo quedarse de brazos cruzados y mirar. Los laicos mexicanos se organizaron en una formación llamada Liga para la Defensa de la Libertad Religiosa; pidieron el apoyo de los sacerdotes, pero ellos prefirieron una solución pacífica. Pronto la situación degeneró y se produjo la lucha armada.

El «movimiento cristero»

Se conoce por este nombre la guerra civil que estalló en esos años. La llevarán a cabo sobre todo los fieles que quisieron defender a toda costa su libertad religiosa, buscaron varias veces el apoyo total de sus pastores, pero sólo obtuvieron un consentimiento limitado a defenderse con una resistencia pacífica. Algunos sacerdotes abandonaron sus parroquias, otros fueron completamente hostiles al movimiento. Con todo y que la mayoría de los sacerdotes no apoyaba la lucha armada, no abandonaron a su pueblo e hicieron todo lo posible por tener cuidado de sus fieles: este fue el caso de Cristóbal Magallanes.

Cristóbal Magallanes, el sacerdote de todos

Cristóbal nació en Totiche, cerca de Guadalajara, en 1869, en una familia de campesinos en la que aprendió a invocar al Sagrado Corazón de Jesús y a Nuestra Señora del Rosario. Ingresó al seminario y en 1888 fue ordenado sacerdote. Fue párroco de su pueblo natal; abrió una misión en Azqueltán, entre los indígenas huicholes con el fin de evangelizar; fundó varias escuelas, un hospicio para huérfanos y una casa de reposo para ancianos. Firme en su devoción a María, quiso difundir la oración del Rosario, pero también predicó el desprendimiento de los bienes materiales y trabajó para mejorar el nivel de vida de sus conciudadanos. Pero fueron las vocaciones sacerdotales a las que dedicó sustancialmente su predicación: cuando fue cerrado el seminario de Guadalajara, fundó un pequeño seminario en su parroquia para la preparación de los futuros sacerdotes.

Martirio con 24 compañeros

Cuando el «movimiento cristero» se extiendió, Cristóbal no adhirió. Rechazó categóricamente el uso de la violencia, recordando que ni Jesús ni los Apóstoles habían recurrido a ella. La única arma de la Iglesia era la Palabra de Dios: Cristóbal estaba convencido de ello y lo escribió también en un artículo en el periódico. Pero no abandonó a su pueblo. Por esta razón, en la madrugada del 21 de mayo de 1927 fue detenido por el ejército federal, acusado de apoyar la rebelión, pero en realidad fue condenado a muerte por el solo hecho de ser sacerdote. Cuatro días después fue fusilado en Colotlán, junto con 24 compañeros, entre ellos los sacerdotes Román Adame Rosales, Rodrigo Aguilar Alemán, Julio Álvarez Mendoza, Luis Batis Sáinz, Agustín Caloca Cortés, Mateo Correa Magallanes, Atilano Cruz Alvarado, Miguel De La Mora De La Mora, Pedro Esqueda Ramírez, Margarito Flores García, José Isabel Flores Varela, David Galván Bermúdez, Pedro de Jesús Maldonado Lucero, Jesús Méndez Montoya, Justyn Orona Madrigal, Sabas Reyes Salazar, José Maria Robles Hurtado, Toribio Romo González, Jenaro Sánchez Delgadillo, David Uribe Velasco, Tranquilino Ubiarco Robles; y los laicos Salvador Lara Puente, Manuel Morales y David Roldán Lara.

«Ciertamente, hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu.» (1 Cor. 12,4)

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REFLEXIÓN DE LA PALABRA DE ESTE FIN DE SEMANA

Daniel Blanc – 18/1/2025

REFLEXIONES VARIAS

Mons. Jorge García Cuerva – 19/1/2025

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3 MINUTOS DE RETIRO

MENSAJES DIARIOS DEL PAPA

La anunciada liberación de un grupo de presos de las cárceles cubanas es un gesto de gran esperanza en este año jubilar. Espero que sigamos emprendiendo iniciativas de este tipo, que infunden confianza en el camino de las personas y de los pueblos.

Tanto los israelíes como los palestinos necesitan claros signos de esperanza: espero que las autoridades políticas de ambos, con la ayuda de la comunidad internacional, puedan alcanzar la solución adecuada para los dos Estados.

Cuando en nuestra vida falta el vino de la alegría y del amor, el Señor nos dona su amor con sobreabundancia, trayendo a nuestras vidas el vino del Espíritu Santo, que es el vino de la alegría y de la esperanza.

En el Evangelio De Hoy (Jn 2,1-11) podemos observar dos cosas: la falta y la sobreabundancia. En el banquete de nuestra vida a veces nos damos cuenta de que falta vino. Ocurre cuando las fuerzas perturbadoras del mal nos quitan el sabor de la vida.