SAGRADA FAMILIA DE NAZARET

La fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José se celebra el domingo después de Navidad. Es una fiesta que surgió a partir del siglo XIX en Canadá, y pasó luego a toda la Iglesia a partir de 1920. Al principio se celebraba el domingo después de la Epifanía. Es una fiesta que pretende señalar a la Sagrada Familia de Nazaret como «el verdadero modelo de vida» (Colecta) para que nuestras familias se inspiren en ella y puedan encontrar ayuda y consuelo.

Del Evangelio según san Lucas

Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor».  (…) Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con Él. (Lc, 2 22-40)

La custodia de los hijos

En la fiesta de la Sagrada Familia, resulta natural pensar en todas las familias y en el papel de los padres, llamados a «cuidar y alimentar» (cfr. Gn 2,15) la vida de sus hijos, desde el vientre materno (cf. Is 49,1; Sal 139,13), ayudándoles a crecer y a madurar.

La misión de Jesús

La presentación de Jesús en el Templo y las palabras de Simeón y Ana revelan la misión de Jesús, abren el horizonte. Simeón y Ana son ancianos y han vivido esperando este día. Simeón es profundamente religioso, atento a la voz del Espíritu, hasta el punto de que el evangelista lo subraya tres veces (Lc 2, 25, 26, 27): Simeón fue inspirado por Dios (v. 25); el Espíritu Santo le predijo…(v 26); movido por el Espíritu Santo fue al templo (v 27). De Ana, sin embargo, el texto dice que «nunca se alejó del templo» (v. 37).
Son rasgos importantes, porque indican la familiaridad de estos dos ancianos con el Señor, muestran hasta qué punto vivían en la espera del Mesías anunciado por los profetas. Es esta familiaridad la que les hace capaces de reconocer al Señor cuando se presenta: saben leer todo a la luz de la Palabra meditada día y noche, y saben ir más allá de las apariencias. Es precisamente el Espíritu el que guía a Simeón y Ana para acoger y reconocer a Jesús. En este mundo se han saciado, no tienen más expectativas: «Ahora puedes dejar, Señor, que tu siervo vaya en paz según tu palabra…» (v. 29ss).

El Espíritu Santo habla a las familias de hoy

El Espíritu Santo sigue guiando hoy a todas las personas, a los matrimonios, a los padres. Pero debemos escuchar al Espíritu que habla en nosotros. El Hijo de Dios vino a nuestro encuentro en un Niño; sólo una mirada de fe sabe captar su presencia. Por eso, es importante recordar que las cosas cotidianas nunca son de poca importancia; que los encuentros cotidianos nunca son inútiles o puras casualidades: hace falta una mirada de fe para captar la realidad más allá de las apariencias. Porque todo es un «lugar» en el que encontramos (o rechazamos) la presencia de Dios. Todo es una señal para los que creen.

Evangelio de la familia

Vivir el evangelio de la familia no es fácil hoy en día, más aún en estos tiempos. Se nos critica o ataca simplemente porque queremos defender la vida desde el vientre materno. Sin embargo, en el Evangelio encontramos el camino para vivir una vida hermosa a nivel personal y familiar, un camino ciertamente exigente, pero fascinante. Es un camino que podemos recorrer siguiendo el ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret y gracias a su intercesión. En toda familia hay momentos felices y tristes, pacíficos y difíciles. Es la vida. Vivir el «evangelio de la familia» no nos exime de experimentar dificultades y tensiones, de encontrar momentos de feliz fortaleza y momentos de triste fragilidad. Las familias heridas y marcadas por la fragilidad, por los fracasos, por las dificultades, pueden resurgir acudiendo al Evangelio, pueden encontrar nuevas posibilidades para un nuevo comienzo. 

Oración

Jesús, María y José,
Sagrada Familia de Nazaret,
hoy dirigimos a vosotros nuestra mirada
con admiración y confianza;
en vosotros contemplamos
la belleza de la comunión en el amor verdadero;
os encomendamos a todas nuestras familias,
para que se renueven en ellas las maravillas de la gracia.
Sagrada Familia de Nazaret,
atractiva escuela del santo Evangelio,
enséñanos a imitar tus virtudes
con una sabia disciplina espiritual,
concédenos la mirada clara
que sabe reconocer la Providencia
en las realidades cotidianas de la vida.
Sagrada Familia de Nazaret,
custodia fiel del misterio de la salvación
reaviva en nosotros la estima del silencio,
haz de nuestras familias cenáculos de oración
y transfórmalos en pequeñas iglesias domésticas,
renueva el deseo de santidad,
sostén la noble labor del trabajo, de la educación,
de la escucha, de la comprensión mutua y del perdón.
Sagrada Familia de Nazaret,
devuelve a nuestra sociedad la conciencia
del carácter sagrado e inviolable de la familia,
un bien inestimable e insustituible.
Que cada familia sea un hogar acogedor de bondad y de paz
para los niños y los ancianos
para los que están enfermos y solos
para los pobres y necesitados.
Jesús, María y José
con confianza os rogamos,
con alegría nos encomendamos a vosotros.

(Papa Francisco, Oración recitada ante el icono de la Sagrada Familia con motivo del Día de la Familia, el 27 de octubre de 2013)

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